Si usted viviera en la Rivera Hernández, una de las zonas más
calientes de San Pedro Sula, tuviera familia, le tocara pagar el
impuesto de guerra para que lo dejen vivir y poder enviar sus hijos a la
escuela, y se encontrara un día al Presidente de la República ¿qué le
diría?, preguntó sin rodeos un estudiante al gobernante hondureño
Porfirio Lobo, durante un encuentro entre los jóvenes centroamericanos y
de República Dominicana con los gobernantes de la región y sus
representantes, en el marco de la trigésimo novena cumbre de presidentes
y jefes de gobierno de la región.
La pregunta, correcta, pero incómoda, descolocó por un momento al
presidente Lobo Sosa que evadió el meollo del asunto para contextualizar
el problema y justificar sus magros resultados en materia de seguridad
ciudadana.
Dijo que la tarea no es fácil, que existen muchos enredos y que se
“ha volado” varias cúpulas policiales, que está satisfecho con los
primeros resultados de “el tigrillo” (quien por cierto ya no quiere que
lo llamen así) y que había que tener paciencia. La inseguridad, sostuvo,
está tocando a todos los países de América Central, a unos con más
acento que a otros.
Pero no solo el presidente Lobo pasó aprietos. Los gobernantes ahí
presentes de Costa Rica, Honduras, Guatemala y Panamá, también se
llevaron sus preguntas incómodas, conocieron de primera mano las
inquietudes de una juventud inconforme con el estado actual de cosas que
demanda inclusión en las políticas públicas. Ellos se resisten a ser
parte de la llamada “Generación Ni-Ni” en Latinoamérica, es decir, ni
estudia ni trabaja.
Nicaragua, El Salvador, Belice y República Dominicana enviaron
representantes al evento. El ejercicio es parte de un trabajo con
jóvenes que promueve la Fundación Televicentro de Honduras y Televisa de
México en un esfuerzo que denominan “Vanguardia Centroamérica” y que
ahora pretende extenderse a la región Caribe.
En su comparecencia, los jóvenes demandaron menos armas y más
educación, seguridad en sus vidas y en el ámbito jurídico,
desideologizar a la sociedad y ponerse a trabajar por sus países. Ellos,
como muchos otros jóvenes en el istmo centroamericano, están pidiendo
cambios.
La cumbre centroamericana fue menos aburrida que de costumbre
porque los jóvenes pusieron un toque distinto, al igual que los foros
temáticos en donde jóvenes, académicos, organismos sociales y otros
actores demandaron también más espacios y menos retórica a sus
gobiernos.
Pero en el caso de las instancias civiles es claro que no basta ir a
esos espacios a arengar, la región ocupa mucho más que discursos de
confrontación; la región ocupa propuestas de calidad que acompañen las
protestas.
Las (in)seguridades en América Central son tantas que de acuerdo a
algunos panelistas de los foros temáticos, los Estados hoy día tienen un
fuerte competidor que les está disputando el poder: el crimen
organizado y el narcotráfico que en regiones remotas y excluidas, les
está disputando territorios al suplir las necesidades de comida, salud y
vivienda en sectores eternamente excluidos. Los jóvenes, son algunos de
esos sectores.
Es el tiempo de las correcciones, aunque incomoden, es el tiempo de
cambios bruscos para evitar que la región se vaya de las manos. Es el
tiempo que escuchar y atender a los jóvenes. Confiemos en que las
próximas cumbres entiendan y recojan el mensaje. Honduras abrió el
espacio.
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