martes, 27 de diciembre de 2011

2011, un año marcado por el luto

A escasos días de que concluya el 2011, un año marcado por el luto a causa de la inseguridad, el presidente Porfirio Lobo tiene ante sí enormes desafíos en materia de seguridad que pasan por señales contundentes a los hondureños que nos digan que se va a combatir el crimen organizado y su infiltración en la policía y no que se va a gobernar con ellos.
No hay tiempo para dilaciones. El 2012 debe ser el año de los cambios decisivos y las rupturas precisas en la policía cuya reconversión no será por deseo divino como quieren darnos a creer los policías-religiosos molestos por los cuestionamientos a la podredumbre que vive ese órgano responsable de garantizarnos la vida, pero no de quitárnosla, como lo demuestran hechos recientes.
Siguiendo los preceptos bíblicos de quienes desde la institución hacen cultos mediáticos, las sagradas escrituras señalan que El Señor dijo “ayúdate, que te ayudaré”. Eso es lo que necesita la policía nacional, una ayuda directa para extirpar el pus, lo demás vendrá por su propio peso. Respeto a los policías que son creyentes y han experimentado cambios personales en su fe, pero no comparto el utilitarismo de la misma con fines de impacto en los medios como sofisma de distracción.
No es escondiendo realidades o tratando de minimizarlas como se salvará la policía, ni muchos menos enojándose con la prensa al reclamarle en público una presunta campaña en su contra, como lo hicieran recientemente varios policías, la mejor medida que evitará la fetidez que sale de las entrañas policiales.
Nadie, en sus cinco sentidos, busca la destrucción de la policía, pero sí la devolución de un ente más sano, menos corrupto y menos dañino y peligroso en su colusión con el crimen organizado.
De ahí que los desafíos del presidente Lobo Sosa y el ministro de Seguridad, Pompeyo Bonilla, se centren en los siguientes: desarticular las bandas delincuenciales y criminales que operan al interior de la policía; capturar a los responsables de los asesinatos de los dos jóvenes universitarios, entre ellos el hijo de la rectora de la UNAH, así como el crimen en contra de Alfredo Landaverde, la periodista Luz Marina Paz Villalobos y otros 16 comunicadores sociales más, además de esclarecer el asesinato cometido en contra del zar antidrogas, Arístides González.
A  ello se suman muchos otros crímenes como el del dirigente deportivo de la Federación Nacional de Fútbol, Dennis Múñoz, la desaparición del presidente de la Ciudad Planeta en San Pedro Sula, días después de ser “iluminada” como la ciudad de Las Vegas en Estados Unidos, tras un ambicioso proyecto político-proselitista estatal, entre otros.
Ello del lado del esclarecimiento de hechos que limpien la imagen de este país de “nación impune”. Del otro, estas acciones deben ir aparejadas de una depuración efectiva de la policía con los rigores técnicos, éticos y científicos del caso, que nos dejen a los buenos policías, saquen y castiguen a los malos, en clara señal de cambios reales y no cosméticos.
La nueva Dirección de Investigación y Evaluación de la Carrera Policial debe comenzar a funcionar, sin ambigüedades ni flaquezas para tomar al toro por los cuernos, pues el discurso mediático inicial se les puede revertir a sus nuevas autoridades cuando “la patria” sienta que no cumplen su deber.
Las decisiones en seguridad a tomar por el gobernante no son fáciles, pero tampoco imposibles. No se necesita de más crímenes selectivos ni muertes en feria como los supermercados, para actuar. La operación “relámpago”, está bien, pero es un disuasivo momentáneo que no será permanente y pronto el presidente Lobo sentirá que ello es así.
Cuando los periodistas sacamos las noticias sobre la tasa de homicidios, las zonas controladas por el crimen organizado en colusión con la autoridad o el nivel de corrupción e infiltración de ese delito transnacional en la policía, no son noticias que a uno le satisfacen, al contrario, duelen hondo porque vemos como el país se nos desagarra, se nos va de la mano, y la autoridad sigue impávida ante el avance de los “señores de la droga”.
Apostemos a que el 2012 será el año de las decisiones para salvar a Honduras que cada vez se acerca a ese círculo de “estados-fallidos” pero sí el gobierno toma el toro por los cuernos, las esperanzas de reversión pueden resurgir, porque sin duda el 2011 ha sido hasta ahora el año más nefasto en inseguridad, corrupción e impunidad que los últimos tres años. Y eso, ya es bastante.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Sin tiempo para llorar

Honduras vive momentos difíciles y la criminalidad desafía a cada instante al gobierno. La primera mujer periodista asesinada en la era democrática, es junto al crimen de Alfredo Landaverde, una clara respuesta del crimen organizado y de las estructuras corruptas de poder, de querer imponer en este país la “sociedad del miedo”.
Son mensajes claros. No quieren que la prensa siga “hurgando” la podredumbre policial y los nexos de algunos de sus miembros con el delito transnacional y tampoco quieren que quienes conocen el tema hablen más en los medios, ni en ningún otro lugar.
La fórmula es sencilla: prensa y fuentes calladas, igual a “sociedad del miedo”.
Sin duda, en primera instancia, su estrategia ha causado el impacto deseado: temor e inmovilismo, pero no será por mucho tiempo. De eso estoy convencida.
Como dijo la esposa de Landaverde, Hilda Caldera, hoy toda Honduras debe romper el miedo y confrontar al gobierno y sus autoridades para que actúen, pero no con medidas dilatorias, que solo rodean la pus sin atreverse a extirpar el grano.
En el despacho del presidente Lobo se encuentra la propuesta consensuada de la Universidad, el Poder Legislativo y los técnicos del Poder Ejecutivo para iniciar una intervención de la policía con ayuda internacional. No creo que se necesiten más muertes para actuar.
El presidente se comprometió públicamente a respetar el consenso. Ha llegado el momento de demostrarlo. Él pide que la sociedad le acompañe en la labor militar con funciones policíacas y en la aprobación de una polémica ley de espionaje, pero a cambio, no da nada. No hay muestras claras de voluntad política de entrar a fondo del asunto.
El último anuncio es el de la revisión de las motocicletas. Una reunión de tres horas  con los responsables de Defensa y Seguridad para hacer tal anuncio, sin duda que causa gracia. No siempre es bueno apostar a jugar con la ingenuidad del hondureño.
Así como la criminalidad no nos ha dejado el tiempo para llorar a los muertos, la población no debe dar más tiempo al gobierno para qué no haga nada. Más dilaciones, representa más impunidad y más impunidad significa más muertes y más muertes es sinónimo de menos democracia y de menos gobernabilidad. Ese es el escenario, Señor Presidente. Nuestras vidas están en sus manos.

martes, 15 de noviembre de 2011

Sin Códigos

En las películas de los mafiosos y en las historias de “El Padrino” que evocan el actuar de la mafia siciliana en Italia, siempre sobresalen algunos “códigos entre delincuentes”, que se respetaban en cuanto a personas y plazas territoriales.  Era algo así como el “glamour” que caracterizaba a esos carteles de la droga.
 
En Honduras, los últimos acontecimientos que salpican a la policía, donde todo apunta que existe una contaminación de proporciones insospechadas, con las excepciones del caso, ese código que rige a la criminalidad se rompió al trascender dos hechos vergonzosos: el robo del dinero a un menor vendedor de tortillas y el depósito  de armas en casas de empeño por dos mil o cinco mil lempiras.
 
Esas historias que no salen de ningún cuento surrealista, evidencian la anarquía reinante en ese organismo, al cual se suma el asesinato de personas, el tráfico de armas y municiones, así como vinculaciones de determinados distritos policiales con bandas del crimen organizado: robo de autos, secuestro, extorsión, crímenes, entre otros.
 
Honduras parece tener una policía enferma en donde ni los códigos mínimos de la delincuencia se respetan. Las pandillas tienen códigos entre sí, al igual que los grandes capos de la mafia de antaño, porque los de ahora, son otra cosa. No solo quieren el control y poder para hacerse sentir, también desean gobernar y decidir quién vive y quién no; quién les es útil y a quien pueden descartar. En esa última línea parece incrustarse ese amplio sector de la delincuencia policial que corroe a una institución que se resiste a ser reestructurada.
 
Mientras la ciudadanía clama al gobierno por cambios reales y se personifica en la rectora de la UNAH, Julieta Castellanos, que en medio de su tragedia, ha apostado por dar al país una policía más confiable, la administración del presidente  Lobo Sosa parece no querer entrarle de lleno al asunto y surge la pregunta ¿A quién le temen? ¿Quién manda en Honduras?
 
Las autoridades policiales intentan de cualquier forma querer revertir la cresta de la bola de nieve que les envuelve, pero cada vez que pretenden atinar, otro hecho les salpica, mientras echan a rodar la bola que las amenazas a hijos de periodistas es quizá  un “problema de delincuencia común”, evitando así que se escudriñe sobre las acciones intimidatorias desarrolladas contra la prensa en las últimas tres semanas.
 
Cuando crece la presión popular porque se intervenga la policía con acompañamiento internacional, el discurso estatal es que los hondureños y hondureñas son “tan machos”, que no quieren foráneos en sus asuntos, pero ante una estructura carcomida por la corrupción y el crimen, ¿habrá un notable que quiere entrar en una interventora a un organismo coludido con los criminales y narcotraficantes?  ¿Quién será el Chapulín Colorado, si vimos que Batman y Robin fracasaron en el intento?
 
De momento, no basta con las buenas intenciones del secretario de Seguridad, Pompeyo Bonilla, él es consciente que no puede hacer los cambios en solitario, rodeado de enemigos que le estudian y analizan sus movimientos y discurso en busca de un momento de fragilidad para neutralizarlo. No puede, ni podrá cuando desde el Ejecutivo en vez de tomar el toro por los cuernos, se quiera introducir un sofisma de distracción con diálogos regionales sobre seguridad, como si los últimos dos diálogos nacionales y sectoriales ese tema hubiese sido soslayado.
 
Llegó la hora de que el presidente Porfirio Lobo tome decisiones drásticas en la policía si quiere sanear este país y devolver la dignidad a un pueblo que espera ansioso recobrar la confianza en sus autoridades—civiles, policiales y militares—para cerrar el paso a la presencia de los carteles del narcotráfico y el crimen organizado. Cerrar los ojos es volverse cómplice de esa policía mafiosa y asesina que se saltó los “códigos de la delincuencia” y parece estar al acecho para devorarse esta sociedad. El pulso está echado y la suerte de Honduras,  también.

lunes, 7 de noviembre de 2011

¿Tan mal andamos, General?

En una entrevista a la televisora británica CBS, la congresista republicana, Michel Bachmann, una férrea opositora al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, mostró su desavenencia con la salida de las tropas estadounidenses de Irak y dijo que el contingente que quedará en esa nación árabe será menor al número de efectivos estadounidenses que se encuentran en Honduras.
 
Bachmann, de 55 años, aspira a convertirse en la candidata oficial del Partido Republicano para suceder a Obama en los próximos comicios presidenciales. En este sentido, ella considera inaudito que Estados Unidos deje un número de tropas tan inferior, luego de la fuerte guerra interna ahí suscitada tras la invasión de Washington a Bagdad.
 
El número de efectivos militares que se quedará en esas tierras árabes es de 150 personas, mientras que en Honduras quedan aún unos 550 soldados en la base aérea de Palmerola, en el central valle de Comayagua.
 
Esa fue la noticia, la ironía de la senadora en comparar a Irak con Honduras y que no concebía que aquí hubiese más soldados de su país que en Irak, a quien ella considera un socio estratégico, tras la caída de Saddam Hussein y los conflictos bélicos internos suscitados en Bagdad. Así la consignó Proceso Digital, sin una coma más, ni una menos.
 
Pero aquí, en el patio  de los medios electrónicos radiales se le dio una interpretación al revés e hicieron caer en la especulación---de una información que nunca se dio—al jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, el general René Osorio, que ni corto ni perezoso, no ocultó su simpatía pro estadounidense y esa mala costumbre de “caminar con la mano extendida”.
 
Una “sub-información”, como diría el cientista político, Giovanni Sartori, nos puede llevar a una “desinformación” y eso fue lo que ocurrió y llevó al general Osorio a meter las de andar.
 
Osorio dijo que daba la bienvenida a esas tropas, que se iba a planificar las estrategias para las operaciones y aunque no había sido informado oficialmente, para él era una “grata satisfacción” el anuncio. ¡Plop! Como diría Condorito.
 
¿Quién tuvo la culpa: el general o el periodista del medio radial? A mi juicio, ambos. Uno por no leer bien y el otro por andar de “aventajado” opinando sobre algo de lo cual no tiene certeza. Y es aquí mi preocupación ¿tan mal andan nuestras Fuerzas Armadas? ¿Tan improvisados pueden ser ahora sus líderes? ¿Dónde están los estrategas del General? ¿Dónde está su cuerpo de inteligencia?
 
El absurdo cometido no solo deja mal parado al máximo jerarca de la institución castrense, también a la institución, otrora caracterizada por ser un organismo que a cada acción o reacción le acompaña una estrategia militar o de comunicación.
 
Fuera chistoso si ocurriera la primera vez, pero ya en otras ocasiones el General ha mostrado no estar al tanto del ajo político, económico y social que a diario ocurre en el país. Cuando unos efectivos armados fueron capturados dirigiendo una presunta narco-avioneta, Osorio dijo que se les había dado de baja, luego que uno de ellos estaba en custodia por el famoso caso del avión que se perdió del hangar de la Fuerza Aérea y luego era que ya no pertenecía a las fuerzas armadas. Todo un enredo, que “nunca se sabe” como diría el entrenador deportivo “Chelato” Uclés.
 
Es claro que no siempre la presencia mediática es apropiada. No siempre, es bueno hablar de todo y nada. Nuestras autoridades deberían saberlo, para no someterse a situaciones embarazosas como las del General. Y nunca, los sanos consejos, están demás aunque puedan sonar incómodos.

martes, 25 de octubre de 2011

Indignación

Es lo primero que salta a mi mente, al conocer el asesinato de dos jóvenes promesas de Honduras, a manos de sicarios—oficiales o paraestatales—cualquiera que sea su procedencia, pero capaces de cometer un crimen tan atroz, como parte de las múltiples salvajadas que ocurren en este país a nivel de corrupción, violencia y crimen organizado.
Carlos Pineda y Rafael Alejandro Vargas Castellanos, tenían derecho a vivir, al igual que todos nosotros.  Como los mejores amigos que fueron desde la infancia, la muerte también les quiso jugar la vuelta de estar juntos hasta el final, sólo que ese no fue un final justo. Ellos merecían todo lo mejor.
No cabe duda que la muerte siempre es traicionera y nunca uno se prepara para ella, máxime cuando se presenta así de brutal y feroz como fue lo sucedido a esos muchachos. Conocí a Alejandro, por su madre, Julieta Castellanos, a quien me une una linda amistad que creció y floreció, justo en una de las etapas más difíciles de mi vida.
Ella y su esposo, Rodolfo Vargas, quien goza de la paz del Señor, fueron especiales. Con ellos conocí  y aprendí a tener cariño a sus hijos: Erick, Javier y Alejandro. La familia Vargas Castellanos tiene una particularidad para ganarse el aprecio entre sus amigos: son sencillos, solidarios, muy humanos, soñadores y como quienes procedemos de la ruralidad de nuestro país, son campechanos y gente a todo dar.
Julieta no solo es una brillante académica, comprometida con un mejor país. Es también una madre ejemplar y una cocinera excepcional. Es una mujer muy sincera para decir las cosas por su nombre,  y al frente de la rectoría de la UNAH, esa forma directa de hacer las cosas y limpiar los trapos sucios de la máxima casa de estudios, no gusta a muchos.
No es casual que precisamente de ese centro de pensamiento, salgan sus principales detractores que aliados con ciertos sectores civiles, iniciaron sendas campañas de descrédito y calificativos bajos y soeces, cuando fue electa Rectora de la UNAH y luego miembro de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR). Como tampoco fue casual ver en el sepelio de su hijo a muchos de ellos, así es la vida con sus parodias.
Tanto en la UNAH como en la CVR, Julieta ha demostrado capacidad, honestidad y valentía, que le ha valido el reconocimiento público que se volcó en solidaridad al acompañarle en otro de los tragos más amargos que le ha tocado vivir, tras la muerte de su esposo, hace tres años.
Sus hijos la han visto crecer y acompañado en sus andanzas en la lucha por las causas sociales: contra la corrupción, contra la violencia y la inseguridad; a favor de los jóvenes, los derechos humanos y una mejor justicia y equidad en Honduras, entre otras batallas libradas.
De ahí que no sea casual que en las fotografías de Alejandro que se mostraron en los diarios, se mire a un hijo orgulloso de su madre y a ella satisfecha de ver la buena cosecha de hijos que la vida le ha dado.
Esas fotos valen más que mil palabras y deben inspirarnos a todos los hondureños para increpar todos los días al Estado y a su gobierno, por el cese ante tanta impunidad. El crimen contra Carlos y Alejandro, no debe ser una estadística más en los reportes estatales ni el discurso gubernamental.
Cansados estamos de escuchar a las autoridades de Seguridad, “vamos a investigar”, “no podemos dar hipótesis para no entorpecer la investigación”, “hemos creado un equipo especial dedicado exclusivamente a este caso” y así, frases trilladas que ni siembran esperanzas de esclarecimiento, muchos menos credibilidad en la autoridad.
La administración del presidente Lobo y sus más cercanos asesores, deben tener claro una cosa: mataron al hijo de la rectora de la UNAH, el principal centro generador de conocimiento en el país; pero también una ex comisionada de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, que da al caso una doble dimensión nacional e internacional.
Cuando mataron a un disidente hace un par de meses, Lobo no dudó en hacer rueda de prensa, flanqueado por sus ministros, el fiscal general, la policía y designados presidenciales para anunciar una “exhaustiva investigación”. ¡Y qué bueno que lo hizo!
Lástima que ahora,  con el asesinato de estos jóvenes, no pudiera repetir la escena, y aunque se mostró consternado y preocupado, en la re-presentación mediática, la presencia del Estado y del Gobierno, es tan fragmentaria, que le deja a uno un sabor de indefensión, (in)seguridad y completa soledad. Quiero creer que Honduras es un país que nos pertenece a todos y que así lo ve el mandatario Lobo Sosa y sus asesores. Me resisto a creer que ello es producto de la mezquindad y la miseria humana de un par de ministros o asesores presidenciales.
El dolor de Julieta y de tantas familias que han perdido a sus seres queridos en forma violenta, nada lo puede borrar, pero lo que sí podemos hacer, todos y todas, desde nuestro espacios individuales y colectivos, es recordar a nuestras autoridades que existimos, que no vamos a renunciar a la Verdad, que no nos van a arrancar el valor de la Solidaridad y que estamos indignados ante tanta atrocidad.

miércoles, 5 de octubre de 2011

El Motagua y Ricky Martin

Hace un par de días escribí sobre la importancia de la tolerancia a la diversidad como forma de respeto en la convivencia. Pero nunca imaginé que la intolerancia como un contravalor estuviera cobrando tanta fuerza en Honduras, máxime si viene de sectores gubernamentales y determinados grupos de la comunicación social.
Me resisto a creer que eso esté pasando, pero cuando escucho expresiones y acciones discriminatorias en contra del anuncio del Club Deportivo Motagua, el llamado “ciclón azul” porque vestirá todo el mes de octubre en sus encuentros deportivos una camiseta color Rosa, en solidaridad con las personas afectadas por el cáncer de mama, la piel se me eriza. ¡Qué cosas!
Esta enfermedad afecta en su mayoría a mujeres tan pobres que por no tener 300 o 600 lempiras se mueren porque no pueden hacerse una mamografía,  o más simple aún, no tienen dinero siquiera para el transporte de sus pueblos a la ciudad o de la colonia de su ciudad a un centro público hospitalario. Y cuando llegan, se encuentran con la noticia que las máquinas no sirven y deben regresar con suerte, en seis meses, cuando el mal ya ha avanzado y las posibilidades de vida se alejan. El cáncer de mama afecta también a todas las personas de las diversas clases sociales, no es una enfermedad exclusiva de los pobres.
De ahí que organizaciones que luchan contra esta ingrata enfermedad, realicen en Octubre, Mes Internacional contra el Cáncer de Mama, campañas y acciones orientadas a promover mecanismos de prevención y ayuda, así como una mayor visibilización sobre un mal que avanza silenciosamente y es la segunda causa de muerte por cáncer en Honduras.
Una de ellas es la Fundación Hondureña de Cáncer de Mama, Funhocam, con quien el Motagua suscribió un convenio para  portar en sus encuentros deportivos, la camiseta rosada como un símbolo de solidaridad en esta lucha, emprendida por un grupo de mujeres sobrevivientes del cáncer de mama.
La decisión del Club Deportivo Motagua, de sumarse a la campaña de sensibilización, es un gesto noble a imitar y debe enorgullecer a los hondureños y a sus seguidores, porque siendo el fútbol la pasión que une a la Nación, que bueno que por su medio se siembre la semilla de la solidaridad con las víctimas de esta enfermedad y se genere mayor conciencia pública al respecto.
Y si esa decisión del Motagua la hace en un país como el nuestro, donde la mofa, la intolerancia y la discriminación se encuentran a flor de piel, el mérito es doble.
En alguna prensa deportiva y nacional, el anuncio de la camiseta rosada que usará el Motagua ha despertado no solo su cultura machista, de rechazo y crítica sin fundamento, también sacó a luz pública su homofobia, propia no solo de los hombres, también de las mujeres.
Ignoran que el color Rosa que identifica a los organismos de lucha contra el cáncer de mama, representa en el fondo, el mensaje de ayuda al prójimo, de amor altruista y en el catolicismo es usado en el tercer domingo de Adviento, que simboliza la alegría ante el inminente nacimiento de Jesús. Pero como dice un destacado político español, existen cosas que “solo se curan con lectura”.
Del Motagua,paso a otro signo de intolerancia brutal: el concierto del destacado artista portorriqueño, Ricky Martin, a quien desde la Secretaría del Interior y Población, se le quiere poner trabas para su ingreso por su preferencia sexual. Dice la diputada Marcia Villeda, quien promueve su visita, que el rector de esa dependencia le dijo telefónicamente que Ricky Martin necesitaba una visa consultada para ingresar al país, ignorando que Puerto Rico se rige por la visa americana que tanto anhelan tener muchos hondureños, empezando por el ministro de esa cartera.
¡Vaya intolerancia! Se dice que el titular de esa dependencia, influido por algunos líderes religiosos evangélicos y católicos, se opone al concierto de Ricky Martin porque su presencia atenta “contra la moral y las buenas costumbres”, así como contra el entorno social de los hondureños y hondureñas.
Esta campaña de discriminación e incitación subliminal al odio en contra de Ricky Martin y quienes profesan su misma opción sexual, es peligrosa para la enferma democracia hondureña, pues se vulnera uno de sus principales rasgos básicos: el de la Pluralidad.
Y más peligrosa cuando se afirma que procede de ciertos medios de comunicación social, que como jueces, quieren erigirse como los baluartes de “la moralidad y la ética” en Honduras. Bien dicen que el poder de la Palabra que se nos otorga a los comunicadores, cuando no lo sabemos usar, puede destruir y desatar consecuencias insospechadas.
Mientras el presidente Lobo Sosa pasa los últimos exámenes de la administración de su homólogo, Barack Obama, en una redefinición de las relaciones con Honduras, en Tegucigalpa, sus funcionarios se encargan de exhibirlo a él y al país, como una nación  intolerante y discriminativa, sin reparar que Obama es un fiel defensor de las minorías y en contra de la discriminación de cualquier índole.
De nada sirve que el gobernante Porfirio Lobo se desgalille diciendo que es respetuoso de los derechos humanos, que no existe una política de Estado para violarlos, cuando ya circulan en el mundo las noticias sobre este nuevo bochornoso hecho de intolerancia, en contra de quien es también un embajador de buena voluntad de las Naciones Unidas como Ricky Martin.
Si el cantante no se hubiese declarado gay hace un par de años, los homofóbicos que hoy cuestionan su visita, estarían rifando entradas a su concierto, buscarían sus mejores galas y harían fila por tomarse una foto, último que no me extraña lo hagan porque su cinismo rebasa la hipocresía pública.
Y como la democracia se fortalece con sus contrapesos,  a quienes les encanta Ricky Martin si pueden, vayan al concierto y a quienes no les da alergia el color rosado del Motagua, llenen los estadios porque darán un mensaje al mundo de que en Honduras debe prevalecer el respeto y la tolerancia como valores en contra del odio, la homofobia y la discriminación.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Y ahora qué sigue

Han pasado un poco más de dos semanas desde que se produjo el descabezamiento del ministro de Seguridad, Óscar Álvarez, y su viceministro, Armando Calidonio, conocidos en el folclor hondureño como “Batman y Robín”, los eternos comics de las historietas que representan la lucha entre el bien y el mal. En esta oportunidad, Batman y Robín quedaron fuera de combate.
El escándalo en los medios de comunicación bajó su intensidad original y las nuevas autoridades de Seguridad impulsan una estrategia comunicativa de “cambio y efectividad” que se les cae con los asesinatos que a diario se registran en el país y el reto a su autoridad por los representantes del crimen.
Buscan, dicen, “lavar la imagen” a la policía, pero las dudas tras el derrocamiento de Álvarez y la mayoría de su cúpula policial, son más profundas y abren el paraguas de las interrogantes, al margen de la potestad del presidente Lobo de gobernar con quien desee y se sienta cómodo.
En la segunda parte de su película, el ex ministro Óscar Álvarez, no tuvo una mediana suerte como la vez primera en la administración de Ricardo Maduro (2002-2006). La mano dura y la súper mano dura no fueron suficientes, los enemigos a vencer ya no eran sólo los jóvenes pandilleros. El crimen organizado en todas sus expresiones había llegado para quedarse en Honduras y ahora parece dominar más allá de cualquier imaginario colectivo.
El mapa de la (in)seguridad que Álvarez encontró y dejó en los últimos cinco años, había cambiado radicalmente. La penetración del crimen organizado fue tan espectacular y avasallante que solo  puede compararse con el daño que producen las termitas, esos minúsculos animalillos que devoran todo lo que encuentran a su paso.
Un hombre esencialmente mediático, Óscar Álvarez, no pudo, de nueva vuelta, con sus pomposos operativos de nombres estrambóticos, sustraídos de películas hollywoodenses, contrarrestar efectivamente la criminalidad, aunque afirmó que logró reducir los secuestros e incautar la mayor cantidad de droga y dinero producto del lavado de activos. A propósito, ya no se registran más comisos de dólares en las últimas dos semanas en los aeropuertos de Honduras, ¿lo han percibido?
¿Pero en que falló el ministro? Quienes le conocen dicen que hubo exceso de confianza, lentitud y hasta ingenuidad política. Exceso de confianza porque delegó en personas que no le hacían “buena sombra” y eran altamente cuestionados en círculos no solo políticos, policiales y gubernamentales, también en las esferas antidrogas. Esa cercanía hacia ciertos personajes, no abonó en la segunda vuelta del ministro, se asegura.
En cuanto a la lentitud, el derrocado ex funcionario reaccionó tarde en su replanteamiento táctico y estratégico. Solo tras la reunión con expertos en seguridad y antidrogas en Washington, fue que Óscar Álvarez presentó un discurso más agresivo y supuestamente decidido a efectuar cambios. Y se fue con todo, al denunciar que el crimen organizado había penetrado al menos diez oficiales de la alta cúpula de la oficialidad policial.
Álvarez dijo que enviaría al Congreso un paquete de leyes en materia de seguridad que incluía ley anti evasión, ley antisecuestros y una ley de discrecionalidad que le daría amplios poderes para poder depurar la policía, sin exponer al Estado a demandas. También se mencionó el tema de la extradición en casos de la figura del crimen organizado, producto de los operativos y pesquisas sobre responsables de estos delitos.
Todos estos anuncios de Álvarez ya habían sido discutidos en las sesiones del Consejo de Ministros e incluso el propio presidente Lobo, anunció hace más de un mes, durante un fin de semana en la entrega del bono 10 mil urbano en Tegucigalpa, que enviaría al Congreso un paquete de leyes en seguridad que “espero no se asusten”. Por tanto, afirmar que Álvarez habría actuado a espaldas del presidente Lobo es algo traído de los cabellos.
En el congreso nacional, incluso, el más entusiasta era su presidente, Juan Orlando Hernández, que nunca se cansó de pregonar “todo el apoyo para la Seguridad” pero frenó cuando se había que tomar las decisiones cruciales, afirman fuentes antidrogas.
Caemos entonces a la cuestión de la ingenuidad política de Óscar Álvarez, quien envalentonado por el discurso político de apoyo de los rectores de los poderes Ejecutivo y Legislativo, creyó que sería suficiente para depurar a una incómoda cúpula oficial y cuadros intermedios que no compartían el criterio de ser echados “a discrecionalidad”.
Para el analista político, Víctor Meza, el ex ministro Álvarez habría sido víctima de una “trampa política” en la que cayó por ingenuidad, mientras las fuerzas del crimen, con alianza policial, se habrían movido para sacarlo de escena en un forcejeo de “pulso de poder”.
De ahí que algunos congresistas, sorprendidos por la velocidad con que se produjo el golpe técnico al ministro, manifiesten que no se puede afirmar si en este forcejeo ganaron los buenos o los malos. Creen que el tema de la extradición se apoderó de los miedos colectivos con que a veces reacciona la sociedad cuando se siente amenazada.
Pero otros piensan, que dar a Óscar Álvarez una ley de discrecionalidad para depurar la policía, partiendo de sus inocultables aspiraciones políticas presidenciales, era una tentación muy peligrosa. Lo cierto es que el descabezamiento de Álvarez se produjo quizá en el momento menos adecuado para el gobierno del presidente Lobo.
Si bien dio el golpe que produjo el efecto sorpresa con su salida, la agonía en que mantuvo a la sociedad ese largo día de sábado, tuvo un efecto contrario y fatal para el presidente: la sociedad percibió que se sacudía al ministro Álvarez porque había anunciado depuración policial y el derrocado ministro, en una hábil estrategia comunicativa, dejó sembrada la frase de la gran duda: “es más fácil sacar a un ministro, que depurar a la policía”. ¿Qué quiso decir? Solo el gobierno lo sabe. Que la suerte nos acompañe.

martes, 6 de septiembre de 2011

¿Se nos fue el país?

El ministro de Seguridad, Óscar Álvarez, corrobora viejas sospechas: la infiltración del narcotráfico en la policía, entre ellos al menos diez oficiales. El designado presidencial, Víctor Hugo Barnica, va más allá de la denuncia al señalar que esos policías acompañan a los delincuentes en carros blindados para cobrar la extorsión,  mal llamada “impuesto de guerra”. El Observatorio de la Violencia proyecta que Honduras podría cerrar el 2011 con una tasa de homicidios de 86 por 100 mil habitantes.
Pero estas denuncias y estadísticas se las lleva el viento, porque el país es un caos. Los menores y jóvenes siguen sin tener clases y todo indica que nadie gobierna en Educación y así cómo corre el agua parece que tampoco en el país. El presidente Lobo, en los últimos tres meses, pasa más tiempo fuera que dentro, mientras la nación se cae a pedazos. La realidad está rebasando la buena fe del mandatario.
La inseguridad parece no tener fin, solo repunte. La denuncia del ministro Álvarez y del designado presidencial Barnica junto a las proyecciones del Observatorio de la Violencia nos dibujan un país que nos resistimos a ver: violento y cooptado por el crimen y la corrupción.
En la región del Bajo Aguán, las aguas tampoco se calman. La zona sigue resguardada por los integrantes de “Xatruch II” y los campesinos ahora desconocen lo que firmaron con el presidente Lobo y el empresario Miguel Facussé. El Congreso espera que ese entuerto se componga para emitir un decreto que de un plumazo solucionará el problema, según asevera su presidente, Juan Orlando Hernández.
Los apagones están a la luz del día y el verano ni fue en extremo largo ni el invierno ha sido raquítico. El gerente de la ENEE responsabiliza al pasado como la excusa más fácil y sin tapujo advierte de más racionamientos y se monta en un avión para viajar a Kosovo, dizque para auscultar inversión energética en una nación con el mote de país con oscuridad permanente, por los problemas de energía que presenta. Pero Honduras va a negociar proyectos para que nos traigan la luz, al mejor estilo de la ciudad estadounidense de Las Vegas.
Lo anterior del lado gubernamental, pero el sector privado no se queda atrás. Por todo reniega y protesta. La empresa privada carece de un liderazgo claro que la lleve a proyectarse con una imagen menos avorazada de la que presenta.  Todo indica que la crisis política de 2009 no ha sido aprendida por nadie, ni por políticos ni quienes nos gobiernan, ni por los empresarios, mientras el movimiento social sigue dando palos de ciego, ideologizado hasta los tuétanos sin ofrecer respuestas.
Y los hondureños comunes,  en medio de esta disputa estéril. Vemos con dolor como asesinan a 20 personas diariamente, cómo la corrupción estatal es justificada e incluso como los narcotraficantes ocupan primeras planas cual si fueran héroes condenados “injustamente”.
La prensa registra los hechos pero no se atreve a proyectarlos, rebasada por la inseguridad y la violencia, donde más de una docena de comunicadores han sido asesinados sin que nadie diga pío.  Si no fuera por esfuerzos fragmentarios de iniciativas ciudadanas que buscan contrarrestar la inseguridad, impulsar acciones positivas a favor del bosque, la educación y la cultura, las esperanzas sobre el futuro de Honduras, se perdieran.
Ojalá que la denuncia del ministro Óscar Álvarez no se quede en eso, en discurso. Que empiece la depuración en su casa, es decir, en la casa de la Secretaría de Seguridad, principal responsable de garantizarnos a todos nosotros la vida y la tranquilidad. De no ser así, el país se nos va de la mano y seguiremos acostumbrándonos a liderar no solo las cifras de la corrupción en Centroamérica, también de las muertes.

lunes, 22 de agosto de 2011

Tolerancia a la diversidad

¿Vieron lo que hizo la Universidad? ¡U y, Dios mío, Santísimo, se acerca el fin del mundo! Caramba, ¿ahora es que todos vamos a ser del otro bando?, y así por el estilo son algunas de las expresiones de asombro e hipocresía pública que se suscitan en las últimas dos semanas en las plazas públicas del país y la salas de redacción de la prensa hondureña, ante la valla colocada en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) sobre la tolerancia a la diversidad.
El cartel que de acuerdo a las autoridades universitarias fue colocado para medir los niveles de tolerancia en el campus universitario hacia la diversidad sexual,  ha causado un revuelo al grado tal que el morbo ha desplazado el debate constructivo  que nos indique hasta dónde Honduras es un país respetuoso de los derechos humanos de las minorías, en este caso, las personas con otras opciones sexuales.
Los medios de comunicación, no se han quedado atrás, en su mayoría mostrando su homofobia al abordaje de estos temas, generando así una estigmatización y discriminación que no abona a la construcción de cultura política, democrática y ciudadana en la sociedad hondureña.
Hasta ahora, el abordaje periodístico en la mayoría de los medios ha sido sensacionalista, otros prefieren obviarlo y los más, intentan consignarlo pero no entran a fomentar un debate que nos diga el por qué tanta intolerancia a la diversidad sexual, sin caer en el cliché de los temas religiosos.
Esa intolerancia que se ve en un amplio sector de la ciudadanía e incluso del mundo académico responsable de formar en la pluralidad, genera la duda de si ese antivalor es igual hacia las personas con un color de piel diferente o hacia los portadores de la enfermedad del VIH/SIDA, por citar algunos ejemplos.
A inaugurar el recién concluido encuentro mundial de la comunidad afrodescendiente, en la ciudad de La Ceiba, el presidente Lobo fue contundente al señalar que no concibe la discriminación y el racismo en el mundo, tras insinuar reformas constitucionales orientadas a plasmar que Honduras es un país multiétnico y pluricultural respetuoso de los derechos de las minorías.
Pero el alboroto causado por el cartel publicitario en la UNAH advierte que esa pretensión de Lobo no será fácil, si persiste esa intolerancia a la diversidad alimentada por los grupos homofóbicos que trabajan en silencio.
Lo irónico del caso, es que muchos de los cuestionadores del cartel colocado en la UNAH, casi siempre son los primeros que aparecen en los flashes y entrevistas que les hacen destacados personajes de la comunidad lésbico-gay en Honduras, en sus eventos anuales de alfombra roja o en sus “destaques de la semana” en las revistas sociales. La mayoría de ellos políticos, funcionarios públicos y periodistas. ¡Vaya hipocresía!
El más reciente estudio de la Universidad estadounidense de Vanderbilt sobre la cultura política de la democracia en Honduras, revela que somos uno de los países con un bajo nivel de tolerancia política, que incluye el respeto a las libertades civiles de las minorías. Los países con más bajos niveles de tolerancia política son El Salvador, Bolivia, Perú y Honduras.
La UNAH como un centro promotor del pensamiento, la investigación científica y el debate constructivo, está dando señales de querer fomentar una discusión de nivel no solo en los temas de la diversidad sexual, también en aspectos torales de la calidad de la educación superior.  Ojalá los tomadores de decisión y quienes apostamos a una opinión pública informada, lo entendamos. De lo contrario, ¡Jesús María, las cruces! , como dicen en mi pueblo, cuando se refieren a los cuentos y leyendas de Honduras.

viernes, 22 de julio de 2011

Trece en quince meses, ¿quién sigue?

La cifra es fría. En los últimos quince meses de gobierno del presidente Porfirio Lobo, un total de trece comunicadores sociales y personas afines a la comunicación social han sido asesinados, sin que a la fecha se conozcan las causas reales que llevaron a esos abominables crímenes.

Prorrateando ese número, podría decirse que en se lapso, cada mes un periodista ha sido asesinado en Honduras. El patrón en la mayoría de los casos obedece a ejecuciones a cargo de desconocidos que van dejando en cada muerte, una huella y un mensaje para identificar el patrón de conducta del sicariato.

Pero ello no parece conmover al Estado de Honduras, ni a su gobierno. Quince meses después la administración Lobo Sosa no puede seguir sosteniendo el discurso de “estamos investigando o vamos a investigar”, tampoco comienzan a calzar las hipótesis policiales de robo, acciones pasionales u otros, pero ninguno relacionado con el oficio de la profesión, como sostienen las autoridades para que la prensa no insista en el esclarecimiento de la verdad.

Y hasta cierto punto, lo han logrado. El periodismo hondureño está inmovilizado, temeroso de tanta inseguridad donde cada día la muerte de personas cae como lo hace la tala ilegal del bosque. ¿Quién será el próximo o la próxima? ¿Será del interior del país o de las ciudades urbanas? ¿Quién atentó y por qué en contra del gerente del diario La Tribuna? Muchas preguntas sin respuestas, solo el temor y la duda.

Cuando se dieron los primeros asesinatos de periodistas, bajo la actual administración, el presidente Lobo salió al paso al indicar que ello no corresponde a una política de Estado ni de su administración; hasta ahora lo hemos creído, pero ya no basta con eso.

Honduras fue a mediados del año pasado al Primer Examen Periódico Universal, EPU, por sus siglas en inglés, en Ginebra, Suiza. Se hizo un repaso a los derechos humanos y entre ellos resaltó la muerte de periodistas. La alharaca oficial porque el país había suavizado posturas fue enorme, se anunciaron grandes movimientos para esclarecer la muerte de colegas.

Pero ha pasado el tiempo y aún escuchamos que vendrán agentes del FBI de Estados Unidos para apoyar la labor investigativa de la policía; que contactan en Colombia para un apoyo similar, ignorando que ese país se encuentra inmerso en una revuelta de espionaje telefónico hacia actores claves, entre ellos periodistas, durante la administración del ex presidente Álvaro Uribe. No sólo el Reino Unido sucumbe a las escuchas, también Bogotá.


Se informó que se había creado una Unidad Especial para esclarecer los crímenes de los periodistas y la comunidad gay lésbico, pero éstos, igual que los comunicadores, siguen muriendo sin un resultado coherente sobre su muerte. Pregunto, ¿funciona la Unidad? ¿Qué dice o hace el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos?, disculpas, pero me siento “en el aire”.

Por si no lo sabe, el presidente Lobo puede enfrentar más problemas de alta percepción de impunidad y violación a los derechos humanos por el caso de los periodistas y la comunidad gay lésbico, que trascender por su interés de impulsar reformas políticas necesarias y vitales para el país, que se opacan ante la impunidad que impera en el tema vinculado a la prensa, la piedra angular de cualquier democracia.

Ojalá lo entienda el Señor Presidente, y acelere a sus funcionarios para que le den respuestas creíbles, no importa lo dolorosas que sean, no importa si caen las máscaras, pero mientras no se sepa las causas de los crímenes contra la prensa, el efecto intimidatorio hacia el periodismo persistirá, pero también la sensación de una administración perezosa que no abonará a la buena imagen y percepción de “reformador” con que piensa culminar su administración el gobernante Lobo Sosa.

lunes, 27 de junio de 2011

Cercados

Así nos encontramos los hondureños, en especial la clase media, cada vez sentenciada a desaparecer y enfilar las filas de la pobreza, con la brutal tasa de impuestos aprobada demagógicamente en el Congreso Nacional, al amparo de un problema real que no se va a resolver con la maquinita de hacer dinero, sino con propuestas y respuestas inteligentes como es el tema de la inseguridad, la violencia y la narcoactividad.
La venta mediática para esa gama de impuestos a pagar, en donde parece que gravarán todo, hasta el respiro, es falso que toque a los grupos económicos y financieros de poder en este país. Para muestra un botón: el fin de semana se publicó en campos pagados, en algunos diarios, la determinación de un banco de fijar en su tarjeta de crédito las nuevas regulaciones financieras a partir de julio.
Pronto harán lo mismo las empresas de telefonía celular, los comercios y los productos alimenticios, en donde solo la medida de cinco libras de frijol se disparó en cuatro lempiras la última semana, mientras los salarios siguen estancados y el coste de la canasta básica hace tiempo que rebasó el famoso aumento al salario mínimo. Los empresarios fueron claros al afirmar que impuesto aprobado, impuesto trasladado al consumidor final. ¿Quién es el consumidor final? ¡La clase media! Los pobres, esos apenas sobreviven con menos de dos dólares al día y así como va la cosa, ni ellos ni la clase media, podrá comprar siquiera una tortilla.
El “súper tasón” tributario como bien lo tituló diario La Tribuna, parece incorporar la recogida de todos los paquetazos que en los últimos años han querido aprobar distintos gobiernos, pero  les fueron bloqueados. Durante las sesiones del parlamento, los diputados no podían explicar de dónde y porqué salía cada nuevo aumento disfrazado; una que otra voz disonante advertía de los excesos pero la “aplanadora” fue arrolladora.
Como arrolladores fueron también los “grandes negocios” que la madrugada del viernes aprobaron los congresistas. Así se pegan botones, bajo el circo de la inseguridad los grandes negocios de grupos ocultos ligados a la clase política florecieron como por arte de magia en sintonía con la máxima de “Honduras, is open for business”.
Resulta irónico, pero dos ex presidentes de Honduras, uno liberal y otro nacionalista, expresaron su temor por el alcance de estas medidas, de efectos aún desconocidos pero que huelen a una especie de linchamiento del gobierno hacia la clase media. El ex presidente, Carlos Flores Facussé, publicó en el editorial del diario que dirige, muchas pistas de la voracidad aprobada, al tiempo que dejó entrever riesgos muy grandes para la ya frágil democracia y gobernabilidad hondureña.
Lo mismo hizo el ex presidente, Rafael Callejas, al advertir que no se puede seguir “castigando” a la clase media. Considerado, uno de los políticos más visionarios de los últimos tiempos, Callejas esta leyendo el país y sabe que cuando nadie lo espera, un “movimiento de indignados” de la clase media puede cambiar el rumbo de este país, y quizá no al juego riesgoso que apuesta el Gobierno, sino a una acción más demoledora. Ahí está el ejemplo argentino.
La clase media hondureña y la gente que trabaja honradamente y tiene sus ahorros para protegerse de eventualidades en salud o pérdida de empleo, ahora ya no estará tan segura con las medidas aprobadas. Sume a la condena, la faena diaria que viven cientos de hondureños, taxistas, empleados, obreros, entre otros, que tienen que pagar la extorsión de las pandillas, ese otro impuesto ilícito que cada vez se legaliza a vista y paciencia de la autoridad.
Sin duda, el gobierno está “cercando” a la clase media y para cuando diga ¡malaya!, será demasiado tarde.

lunes, 6 de junio de 2011

La película vista por Washington

Los últimos “wikis” relacionados con la crisis político institucional hondureña, en la cual fuera derrocado el ex presidente Manuel Zelaya, reflejan, desde la visión de la embajada de Estados Unidos en Honduras, una película de ficción e hipocresía dignas de la cinematografía hollywoodense.

Proceso Digital y el capitalino diario La Tribuna, junto a Diario Tiempo, último que se edita en San Pedro Sula, han sido los canales informativos hondureños que publican algunas de las filtraciones periodísticas del controversial sitio web Wikileaks, por el cual se han conocido las “gracias” de la diplomacia estadounidense en el mundo entero.

Pero también lo ha hecho el diario digital El Faro de El Salvador, que junto al semanario Confidencial de Nicaragua, son los dos medios centroamericanos en quienes el fundador de los wikis, Julian Assange, ha otorgado todos los cables diplomáticos vinculados con la subregión centroamericana.

En las publicaciones de El Faro, cuyo equipo de periodistas se dio a la tarea de procesar los primeros cables hondureños con una redacción periodística, la película hollywoodense de la Embajada americana es digna de un premio Óscar. Ahí se develan la hipocresía de la clase política hondureña, de las Fuerzas Armadas, de los Poderes del Estado, de sus órganos de control y hasta de la misma representación diplomática de Washington en Tegucigalpa.

Los diarios hondureños, que han reproducido las filtraciones sin ninguna interpretación periodística para un mayor apego a la visión estadounidense en Tegucigalpa, vienen a confirmar las apreciaciones hechas por El Faro.

Como buenas filtraciones periodísticas, más no como una “verdad irrefutable” de los hechos que sucedieron en Honduras, antes, durante y posterior a la caída de Manuel Zelaya, es hasta chistoso—como diría una amiga y colega—ver las transformaciones de todos los actores implicados en la crisis tras la asonada contra Zelaya.

Del lado de las Fuerzas Armadas, éstos afirman haber sido “utilizados” por la clase política hondureña, incluyendo el sector privado. Del lado de los operadores de justicia no “están tan seguros” de haber actuado “correctamente” y del lado de la Embajada de Estados Unidos en Tegucigalpa, hubo “esfuerzos prominentes” para detener el golpe, mientras la clase política y empresarial hondureña no solo se “sorprendió” por los acontecimientos, sino que “los condenó” por no considerarlos “correctos”. Entonces, ¿Quién fue?: “Todo el mundo sabe, pero yo no sé”, dice una canción que calza a la perfección en este culebrón hondureño.

Dentro de los poderes del Estado, según los wikis, hubo un parlamentario que habría expresado al embajador Hugo Llorens que Manuel Zelaya podría ser arrestado por “delitos en flagrancia”, justificando todo lo que se vendría días antes del 28 de junio.

Pero lo genial de todo ello, es que esa misma clase política que pujó y avaló la salida del ex presidente Zelaya, dos años después, condecoraba en la Cámara Legislativa al embajador Llorens por su aporte a la democracia hondureña, misma que estuvo un tanto deslucida por el desaire que hicieran “al embajador” los liberales, algunos udeístas, pinuistas y demócrata cristianos, así como uno que otro nacionalista. Los pocos liberales que se quedaron, menos de una docena, corrieron a brindar su “abrazo solidario” a Hugo Llorens.

Pese al desaire, el embajador Llorens pronunció su discurso reconciliador con la democracia y con la misma clase política y privada, que no deja de verlo con cierto recelo, por lo que estiman una “mala lectura” de los sucesos acontecidos en Honduras, pero que al igual que el Congreso, darán su respectiva condecoración al diplomático, al concluir próximamente su período en el país. Así es la diplomacia y así se juega muchas veces en este país, en su dependencia “del Norte”.

Los periodistas, en nuestro trabajo de registrar los hechos, debemos aceptar que la lectura de la crisis rebasa nuestra imaginación y capacidad de análisis y transformación, vamos como el riego por goteo, construyendo historias, recogiendo testimonios, elucubrando en los pasillos y cafetines, sin llegar aún al fondo de los hechos, porque aún dentro de la “frescura” de la crisis, no todo está dicho y seguro habrá más broza en el fango.

Debemos esperar quizá los libros del ex presidente Zelaya—donde cada versión que da de los hechos es contradictoria—el del ex jefe de las Fuerzas Armadas, Romeo Vásquez y hasta es probable que se anime a contar su visión el otro actor protagónico de la crisis: Roberto Micheletti, y ni con todas esas versiones juntas, me atrevería a decir que nos vamos a acercar a la Verdad.

Lo cierto es que la torpeza del ex presidente Zelaya, los suyos y de quienes le tumbaron no debe repetirse nunca más, el tiempo para un mejor país parece escaparse ante el avance de los poderes paralelos del crimen, esos que no admiten disensos ni dan golpes, sólo recetan balas. Honduras, como dijo Hugo Llorens, en su crónica de los hechos en los wikis, está aún dentro de “la línea del tiempo” para un mejor futuro, al margen de la película y el cuento perfecto de los hechos imperfectos ocurridos hace dos años. Ojala todos podamos entenderlo y hacer cada quien nuestra parte.

lunes, 16 de mayo de 2011

Honduras, hacia un “¿periodismo de ballet?”

Es la pregunta obligada para quienes hacemos la labor del periodismo en Honduras, cada vez más complicada, sorteando las dificultades que imponen las cofradías del poder y las cofradías de la misma prensa. Lo acontecido recientemente en Catacamas,Olancho, donde por seis horas los carteles de la droga se enfrentaron con un operativo antidrogas de la policía y los militares, deja más dudas que certezas, al trascender que los habitantes de esa noble ciudad optaron por la autocensura y el toque de queda personal, como una alternativa de vida.

Las historias olanchanas de la prensa y sus pobladores, al igual que la del resto de personajes de otros puntos del país visualizan para el periodismo hondureño un panorama “infestado” de narcotráfico, impunidad y circo político que vuelve cuesta arriba su labor de orientar, informar y contrastar.

Esa dificultad es aún mayor en el interior del país, en donde los comunicadores sociales con quienes he hablado para tomar el pulso al problema de la prensa en la cobertura del crimen organizado, no han dudado en indicarme que el periodismo que pueden aspirar a realizar, es un “periodismo de ballet”.

“¿De qué nos sirve que nos digan: usted es el mejor periodista de la zona?, si esos mismos que lo adulan, pueden ser los que después van adónde los criminales a decirles: ese es el periodista que te denunció y vienen luego las amenazas y hasta la muerte”, me dijo uno de los comunicadores del interior a quienes consulté.

Otro me respondió, “aquí lo que vale para que no te maten, es hacer un periodismo de ballet, es decir, bailar suave y andar con los pies en punta para no traspasar ningún hilo del poder que te valga un par de tiros”.

“Mire como es la cosa, aquí uno no puede darse el lujo de los periodistas de la capital o San Pedro Sula que exhiben a las personas capturadas por la policía y leen el parte policial. Aquí si sacamos a los delincuentes, peor si son del narcotráfico, aténgase a las consecuencias, porque lo único que ofrecen es aparecer muerto bajo un árbol de Ceiba, y ya lo han hecho”, comentó otro periodista.

La semana pasada, otro comunicador social fue asesinado a mansalva por desconocidos sin que sepa, como el resto de casos, quién o quiénes fueron los responsables. Su crimen fue parte de un hecho más dentro del círculo de muerte y violencia que asola a Honduras desde hace un gran rato.

El comunicador social es el undécimo periodista asesinado y las autoridades responsables casi siempre manejan sus hipótesis pero luego de un tiempo no logran aterrizar ninguna de ellas y en donde puede existir contundencia prefieren callar para no “dañar la imagen”--aducen-- de la víctima y sus familiares. ¿Hasta dónde eso es cierto? ¿Hasta dónde esas posturas lejos de ayudar a ser más transparente y equilibrada la labor de la prensa, se traduce en un culto a la impunidad y una colusión con los criminales?. ¿Hasta dónde ese silencio es cómplice para matar la labor cuestionadora del periodismo? Las preguntas dan para más, pero la respuesta es la misma: casi nunca hay nada investigado seriamente en Honduras por los responsables de impartir y hacer que prevalezca la justicia.

En el caso del crimen organizado, no deja de causar gracia cuando la autoridad se ufana en decir que el operativo en Catacamas, Olancho, es una muestra “del miedo que nos tienen los narcotraficantes, los tenemos cercados”. Tan cercados, presumo, que se les escapó en sus narices otra avioneta llena de dólares procedentes quién sabe de dónde y hacia dónde. Pero las autoridades están “investigando seriamente”.

Esa avioneta, como otras que han salido de los puertos oficiales y hasta militares del país, reflejan, en el fondo, un preocupante crecimiento e influencia de la economía paralela del crimen organizado y del narcotráfico sobre la economía legal hondureña.

Mafias, carteles, señores de la guerra convertidos en traficantes, paramilitares obrando por su propia cuenta, grupos separatistas que practican la extorsión y el tráfico para financiarse, suplantaron a los últimos regímenes dictatoriales como el principal peligro físico para los profesionales de los medios de comunicación. De los periódicos a los boletines, de las misceláneas informativas a la “nota roja”, la prensa parece condenada a contar los muertos, incluidos los suyos, cita un último informe de la organización defensora de la libertad de expresión a nivel mundial, Reporteros sin Fronteras (RSF) con sede en París, Francia.

Pero el estado de indefensión para la prensa, los periodistas y la sociedad no termina ahí. Del lado de la autoridad, crecen las denuncias sobre la policía y su abuso de autoridad al efectuar redadas en zonas seguras y montar a sus patrullas a jóvenes profesionales sin identificarse ni pedirles documentos para posteriormente, liberarlos antes de llevarlos a la posta policial mas cercana, a cambio de dinero. Es decir, no solo hay que pagar impuesto de guerra a las maras o pandillas, parece que también hay que pagar impuesto de guerra a la policía. Y de remate, las extorsiones a los restaurantes y centros comerciales de la capital, son otras historias por contar. ¿Hasta dónde y cuánto más aguantará tanta impunidad Honduras?

No todo en la autoridad es malo y es justo hacer el equilibrio, pero cierto es también que la depuración de los malos no es tan acelerada a lo interior de los cuerpos de seguridad del país como el número de asesinatos que a diario se registra en el país. Como afirma el secretario de Seguridad, Óscar Álvarez, “los buenos somos más”, una tesis que debe certificar y demostrar a lo interno de su institución para que “los malos, no se impongan sobre los buenos”. Le tomo la palabra.

En el caso del periodismo hondureño, el tiempo nos dirá, más temprano que tarde, si ese periodismo “de ballet” también llega a la ciudad, amenazado no solo por el narcotráfico, sino también por los políticos autoritarios de barrio. En el mes del periodista, valga esta reflexión y preocupación, que seguro será opacada por las triviliades que acompaña la adulación del poder, pero que confío en el futuro haberme equivocado para que el buen periodismo, mas allá de las amenazas e intimidaciones, tenga una larga y sana vida, porque la sociedad se lo merece.

miércoles, 27 de abril de 2011

¡Sólo fueron dos!

Las Fuerzas Armadas de Honduras, luego de la inexplicable pérdida de un avión de uno de los hangares de la Fuerza Aérea Hondureña, al estilo de la desaparecida serie televisiva “Los Magníficos”, nuevamente se llevan las palmas al refutar un cable de Wikileaks que advierte de la pérdida de armamento militar otorgado al Estado de Honduras por Washington y que fuera a dar a manos de los carteles de la droga de México y Colombia. El hecho sucedió hace un par de años y si bien no involucra a la actual administración, es hasta ahora que trascienden las dimensiones de lo actuado. Se afirma que eran armas ligeras antitanque.

Indignados por lo que denominan “una campaña de desprestigio” procedente del crimen organizado y de los responsables de Wikileaks—que en este caso consignan un cable del embajador Hugo Llorens—los militares no se cansan en repetir que “internacionalmente se sabe y se ha discutido cuál es el verdadero origen de esas armas”, pero esa discusión en Honduras nunca fue abierta y ha sido gracias a las filtraciones que trasciende el suceso.

Si internacionalmente “se sabe y se ha discutido cuál es el verdadero origen de esas armas”, ¿en qué miente Wikileaks, según las Fuerzas Armadas? No hay como mucha lógica en la reacción castrense por medio de su Secretario de la Defensa, el señor Marlon Pascua., quien remata afirmando que los responsables de esos hechos ya han sido castigados, pero se desconoce que tipo de penas purgan por el delito. ¿Fue un caso de justicia militar o de justicia civil, cuál fuero se aplicó? Son interrogantes en el tintero que deben ser abordadas por la prensa y respondidas por sus autoridades.

Lo genial de la comparecencia castrense es que según los hombres de uniforme, solo fueron “dos fusiles” los extraviados. Imagino que uno de ellos apareció en el Cartel de Juárez en México y el otro en manos de alguno de las mafias del narcotráfico que opera en la isla de San Andrés, en Colombia, como citan las filtraciones, que apuntan a “varios armamentos”. Y como “solo fueron dos”, los hondureños podemos dormir tranquilos porque los narcotraficantes no “pasarán” la fortaleza y blindaje que nos brinda el ejército.

Según el Secretario de la Defensa, el señor Pascua, los informes de Wikileaks son algo “no oficial y de origen dudoso, en la cual se acredita acciones que no son correspondientes a las acciones que se dan en las Fuerzas Armadas de Honduras”.

Pero lo que no es falso ni dudoso es la penetración del narcotráfico en Honduras, al grado que hace casi un año, un avión en custodia militar, fue sustraído de una de sus instalaciones y de acuerdo a las versiones militares, se sobornó con más de medio millón de dólares a los responsables de su custodia y si bien hay un par de soldados procesados, se desconocen quiénes fueron los autores intelectuales dentro de las Fuerzas Armadas que dieron la orden para que “volara” la nave.

Todo indica que la aeronave despegó sin piloto, que por arte de magia se perdieron las cámaras de seguridad existentes y que e caso, como todo en Honduras, colorín, colorado, este cuento ha acabado.

Más allá de la cantidad de armamento perdido y que obligó al reclamo de Estados Unidos a Honduras por la desviación ilegal de esas armas ligeras, en algo tiene razón el titular de la Defensa en Honduras, al afirmar que la guerra contra el narcotráfico se pone caliente en el país, pero ello no justifica que intenten “victimizarse” cuando están en la obligación constitucional de dar respuestas coherentes, contundentes y creíbles.

Informes publicados por la revista mexicana Proceso revelan que Centroamérica, ante la guerra contra los narcotraficantes que libra México, se prepara para una “avasallante” violencia por la fuerte presencia de los carteles de Sinaloa, Los Zetas, La Familia Michoacana y Del Golfo en la región, donde ni Costa Rica se salva.

Bajo este contexto, “uno o dos fusiles” del inventario militar hondureño que hayan ido a parar a manos de los carteles mexicanos y colombianos no puede disminuirse bajo la premisa de una “campaña de desprestigio”, porque desde el momento que existe un robo y una fuga, existe un presunto ladrón, como el que se robó la avioneta y no se sabe.

No dudo que el crimen organizado quiera empañar las instituciones de seguridad del Estado, unas más debilitadas que otras, pero querer tapar el sol con un dedo no es estratégico para una institución que presume goza de una inteligencia y contrainteligencia militar. Pero como en Honduras todo es negociable, creo que es más saludable hablar de las supuestas aspiraciones políticas de Salvador Nasralla, que de la presencia de la droga en Honduras. ¿Será?