viernes, 25 de marzo de 2011

Enhorabuena

La semana anterior, Radio América anunciaba un giro en su política editorial acerca de la cobertura de las notas de violencia y delincuencia, en un afán por dar un tratamiento más profesional a este tipo de información que empieza a generar problemas de gobernabilidad, ante el avance vertiginoso del crimen organizado.

La iniciativa de Radio América, el primer medio radial en el país que anuncia una decisión de esa naturaleza, contó previo con la determinación editorial del diario La Prensa, que se edita en San Pedro Sula, al informar que en sus portadas la nota roja no marcará su agenda informativa y no hará apología al delito ni al crimen.

Ambos medios se ponen así a la vanguardia de dar un giro a la cobertura informativa sobre temas de violencia, delincuencia e inseguridad en un afán por no hacer del delito ni los delincuentes héroes, pero también por experimentar un mayor cuidado en el abordaje de las noticias de narcotráfico o del crimen organizado, en vista de su fuerte presencia en los llamados “territorios calientes” que cubren el litoral atlántico, Caribe, occidente y nororiente del país, entre otros puntos.

En las salas de redacción de la prensa hondureña, son muchos los anónimos procedentes del narcotráfico que llegan para intimidar a los periodistas ante una determinada cobertura informativa. Ya el informe del Comisionado Nacional de los Derechos Humanos, Ramón Custodio, en su informe anual sobre la situación del país y en el capítulo referente a los periodistas, señala que la principal amenaza que vive la prensa hondureña es la “autocensura”.

Hace un poco más de cinco años, una investigación de las Naciones Unidas sobre el manejo que la prensa da a los temas de violencia, advertía sobre lo que se venía, indicaba que los medios no estaban tratando bien esta materia y se convertían en algunos casos en jueces y no en transmisores de información bajo un manejo responsable. El informe proponía una serie de acciones para un mejor abordaje del problema, que hoy desborda la agenda informativa diaria en el país, donde el periodismo ha estado acostumbrado a ofrecer morbo y espectáculo, sensacionalismo y sangre extrema, sin reparar los efectos que ello tiene para una sociedad de por sí enferma.

Tanto, La Prensa como Radio América no es que ya no van a informar de estos hecho, ni ocultar la información; todo lo contrario, la agenda de estas notas estará en sus salas de edición pero ya no bajo el morbo para captar lectores o audiencia, o hacer héroes a los delincuentes que también manejan sus códigos de puntaje en torno a “cómo” aparecen en los medios.

Los pasos que empieza a dar la prensa hondureña por ahora son incipientes, pero valiosos y trascendentales, confío en que muy pronto esto se vuelva un colectivo más fuerte de todos los medios, dueños de medios, periodistas y editores, porque si el crimen captura al Estado y a la sociedad, no habrá prensa que sobreviva, muchos menos empresario que siga haciendo negocios en el país. La riqueza de los empresarios hondureños no la podrán trasladar a París o Washington, mucho menos Miami, donde ya existen ricos afincados, otros en competencia y unos pocos por competir. Las reglas en el mundo global de los negocios son otras, en pequeños países como el nuestro, éstas a veces con mucha facilidad “se acomodan”. Y el crimen organizado lo sabe.

Hace seis años, en El Salvador los diarios y radios de ese país suscribieron un pacto para la cobertura de los temas de violencia, siendo el primer país centroamericano en dar un salto de tal envergadura. Pero el jueves 24, un hecho sin precedentes se produjo en la ciudad de México, donde más de 700 medios de prensa, suscribieron un acuerdo para la cobertura informativa de la violencia. Ahí estaban desde los medios y periodistas que se consideraban “irreconciliables”, hasta los “barones de la prensa” que conforman el poder fáctico de los medios de comunicación mexicanos. No faltó la academia y personalidades de renombre, así como organizaciones defensoras de la libertad de expresión como testigos de un “pacto de país”.

Las motivaciones, muchas. México vive una situación sin precedentes por los niveles y las formas que ha adoptado la violencia que proviene de la delincuencia organizada, señala el documento al justificar sus motivos, al tiempo que resaltan que la situación de (in) seguridad “ha puesto a prueba la capacidad del Estado para combatir a los grupos que han hecho del terror su modo de operar”.

“El poder intimidatorio corruptor criminal se ha constituido en una amenaza a las instituciones y prácticas que sustentan nuestra vida democrática.. Los medios no somos ajenos a esta situación. México es uno de los países más riesgosos para ejercer el periodismo y la libertad de prensa por la presión de la delincuencia organizada”, sostiene el documento.

Tras definir sus criterios editoriales para el acuerdo, respetando la independencia y política editorial de cada medio, definieron once elementos a tomar en cuenta en la cobertura que van desde la condena y rechazo a la violencia,sin caer en las justificaciones de los crimenes, hasta no convertirse en voceros involuntarios de la delincuencia organizada.

También, presentar la información siempre en su contexto correcto y en su justa medida; mostrar la información según su importancia y establecer criterios precisos para la difusión de imágenes y fotografías de actos de violencia y terrorismo que definan, entre otras cosas, cuándo y cómo se deben publicar o difundir, en qué espacios y cuántas veces.

Las definiciones de sus normas editoriales para este tipo de información son muy interesantes y bien pueden calzar en la realidad hondureña, donde muchos medios de comunicación sobrepasan el límite del profesionalismo que debe regir al periodismo en su dimensión ética, profesional y de responsabilidad.

Enhorabuena entonces para los medios hondureños que han dado ese paso, ojalá la academia presente también iniciativas que contribuyan a este esfuerzo hondureño y que el resto de medios, empezando por sus propietarios, empiecen a anotar en sus agendas diarias este tema de violencia y delincuencia desde la perspectiva de un país que se nos va de las manos y merece iniciativas propias y ciudadanas, más allá de las gestiones del Estado.

martes, 8 de marzo de 2011

A mi hermana

Me aprestaba, como muchos hondureños, a asistir al concierto de Joan Manuel Serrat, uno de mis cantautores favoritos, cuando la parca apareció en mi familia, para arrancarnos, de tajo y sin aviso, la vida de mi hermana Liliana Mejía López, la mayor de nosotros, que antes y después de la muerte de mi padre, fue junto a mi madre, la piedra en donde se cimentó la familia de la cual provengo y me siento orgullosa.

Al festejarse este 8 de Marzo el “Día Internacional de la Mujer”, quiero rendir un homenaje póstumo a ese ser tan querido para nosotros, que fue una heroína anónima, que prefirió una vez graduada, buscar un empleo en el pueblo, en San Lorenzo, y ayudar a mi padre para que todos sus hermanos pudieran salir adelante con un título y una profesión universitaria.

Así dedicó 32 años de su vida a trabajar en la rama contable y de auditoria de la Empresa Nacional Portuaria (ENP) en San Lorenzo, Valle, con una excelente trayectoria no solo profesional, también ética y de honradez. Fue una institución en el arte del buen desempeño profesional y de solidaridad humana, hasta que la muerte nos la arrebató de un plumazo, sin tiempo para las despedidas. Un infarto fulminante no las llevó como un suspiro.

Sus hijos Karen, Óscar y Johanna, así como su nieto Sebastián, no lo pueden creer, como tampoco mi madre que fuerte como un roble, llora en silencio en las madrugadas con un dolor tan profundo que cala hasta los huesos. Todos estamos deshechos, hermanos, yerno, cuñadas, cuñados, tíos, sobrinos, primos y sus amigos. Mi hermana murió joven, no llegaba aún a los sesenta años y justo cuando la vida empezaba a recompensar sus sacrificios.

No obstante, la vida continúa y quiero recordar a mi hermana como lo que fue: un ser extraordinario y especial. Siempre pendiente de que a nosotros no nos faltara nada cuando estudiábamos en el colegio o la UNAH, complementándonos la mesada que nos daba mi padre, pendiente de nuestra ropa, zapatos y atenta para el consejo oportuno, así como ofrecer su hombro para llorar. Ella estaba orgullosa de su familia.

Fue una mujer que ayudó a quien pudo, sin poner reparos, pese a las muchas traiciones recibidas. Su fe espiritual que encontró al asistir a una iglesia evangélica—aunque nosotros somos católicos-- la hizo crecer como persona de una forma increíble; nunca una mala expresión hacia nadie. Sus compañeros de la iglesia “Amor Viviente” dicen que fue también una piedra para ellos cuando empezaron a congregarse en el pueblo.

“Si no había un pastor, ella se reunía y visitaba a cada uno de los miembros para leer la palabra de Dios, animarlos y evitar que el esfuerzo se cayera”, dijo entre sollozos el nuevo líder religioso al frente de esa iglesia en el pueblo, mientras le rendían un oficio religioso.

De ahí que su velatorio, pese al dolor que ello encierra para quienes la amamos entrañablemente, fuera también una especie de rito y fiesta que la llevaría a una mejor estadía, de la cual nadie ha regresado para contar como es “el más allá”.

Muchas flores y un pueblo volcado para rendirle un tributo, ha sido la mejor muestra de solidaridad que recibimos, donde la gente se nos acercaba, desde el más humilde hasta el más elegante, para contarnos como mi hermana les ayudó o brindó un consejo. A su sepelio fue tanta gente que jamás imaginamos, corroborando así ese dicho que dice: “quien siembra, cosecha”. Y mi hermana cosechó amor, y eso nos consuela y me consuela. No es preciso ser millonario para “tener” o “comprar” amor; es cuestión de saber cultivar. Ese es el reto que como familia nos queda, aprender de su siembra y su cultivo para seguir su ejemplo y no defraudarla. Dios no dará sabiduría y valor; eso espero.

Cada vez que recuerdo su vela y su entierro, no puedo menos que agradecer esa solidaridad de mi pueblo, donde la gente no se impregna de la frialdad que rodea a las ciudades en desarrollo. En los pueblos, todo es más personal. Mi agradecimiento y el de mi familia para la gente de San Lorenzo, desde mis hermanos de vecindad y sus autoridades, hasta el más humilde, incluyendo a aquél que desde niño prefirió evadir la realidad para recrear su propio mundo. Hasta con ellos, mi hermana fue generosa y por ello la lloraron, como lo hago yo.

Ese agradecimiento va hacia mis amigos y colegas que siempre han estado conmigo y se han convertido en mi otra familia en Tegucigalpa, así como a mis nuevos compañeros de trabajo. Ellos junto a otras personas que uno conoce y trata por cuestiones laborales, estuvieron ahí o se hicieron presentes con cálidos mensajes y llamadas. No hay frases ni palabras para agradecer.

Como Liliana, creo que Honduras tiene muchas mujeres anónimas que merecen mejores historias de vida contadas por nosotros los periodistas. Las mujeres hondureñas, son héroes anónimos, con facetas distintas, pensamientos diversos, pero con algo en común: el amor por los suyos.

Algo más de mi hermana que dejo por último, no por ser menos importante, pero que dimensiona quizá el porqué ese liderazgo matriarcal. Fue una excelente sindicalista, acuciosa en las negociaciones de contrato colectivo y la capacitación en el sindicato que nosotros bromeábamos y le decíamos en casa: “ya entraste a la argolla del mundo sindical” y ella sólo reía. Sus compañeros la lloran y estoy segura la recordarán como la dirigente que sin ser protagónica, les mostraba los caminos y atajos a seguir para llegar a una buena negociación sindical. Descansa en paz hermana y que la tierra te sea leve para que nos sigas rodeando en espíritu para conservar a nuestra otra heroína: mi madre.