martes, 28 de diciembre de 2010

Un alto obligado

A escasos días y horas de que se cierre el 2010, escribir sobre la tragicomedia del país me resulta agotador y poco atractivo. La Navidad y el Año Nuevo son épocas para la reflexión espiritual, para el análisis reposado y para convivir con amigos y parientes las épocas de antaño, los recuerdos que marcaron nuestra infancia y por qué no, los cuentos acerca de San Nicolás y Frosty, el muñeco de nieve, además de las canciones navideñas sobre Tegucigalpa.

Habrá mucho que escribir sobre los hechos que marcaron el 2010 y los desafíos del próximo año, la inseguridad no cesa, los asesinatos de periodistas, tampoco. Al momento de escribir estas líneas se reporta el asesinato número diez de un comunicador social, pero eso no parece interesar a nadie; nunca la prensa ha estado tan indefensa como ahora.

Pero ello es tristeza y no es que quiera obviar la realidad, es que creo justo que un bálsamo de buenos recuerdos nunca esta de más, para no recibir el nuevo año marcado por el desconsuelo, la impotencia y la indignación que casi siempre nos cobija.

Quienes procedemos del interior del país, la Navidad casi siempre la vemos con otros ojos; menos fría e individualista como sucede en Tegucigalpa. Ese agite de la ciudad, la sociedad de consumo y el querer aparentar lo que casi nunca se es, son como una especie de “cliché” que marca a muchos oriundos de la capital, quienes se asombran cuando escuchan historias de fiestas comunales en los barrios, la tradición del nacatamal, el rompope, los emparedados, las fiestas en los centros de baile y toda una serie de ritos que unen a la vecindad y sus familias.

Cada zona del país tiene su particularidad para celebrar la Navidad y el año por venir. Pero ¡cómo han cambiado las cosas! Si uno se remonta en el tiempo, en mi pueblo, San Lorenzo, para el caso, hace un poco más de tres décadas los árboles navideños no eran los pinos artificiales de ahora; eran de mangle y se pintaban en plateado o dorado. Cada familia iba cerca de la Navidad a buscar el mejor árbol de mangle para cortar, algo que se pareciera a un pino frondoso.
Las luces no son tan sofisticadas como ahora, tampoco los adornos, todo era tan sencillo pero bello. Recuerdo que en muchas casas, incluyendo la mía, era una tradición colgar en el árbol de navidad las tarjetas de felicitación que llegaban como muestra de que la familia tenía buenas amistades y relaciones, jajajaja,¡ tiempos aquellos!

Las bolitas navideñas no faltaban, como tampoco los nacimientos que en Tegucigalpa conservan la tradición algunas familias. Cuando uno iba a visitar los nacimientos más famosos del pueblo, bien se gastaban unas tres horas escuchando la explicación sobre las figuras, el río, el tipo de casas, en fin, cada detalle. Seguido de esa visita, siempre había un convivio que no era más que un refresco de “culey” un polvo artificial de frutas que venía en unos sobrecitos y se deshacía en un vaso con agua.

Un emparedado, un nacatamal o una torreja no podían faltar en esos encuentros comunales, donde las religiosas de la iglesia le enseñaban a uno cánticos navideños que se entonaban con entusiasmo en la misa de medianoche. Cualquier actividad fiestera, siempre se hacía después de la celebración de la eucaristía; hacerlo antes, era sinónimo de mala educación y de cosas mundanas en donde la gente se olvidaba que el Hijo de Dios es primero.

En mi vecindario, conservamos pese a los años y las nuevas generaciones, esas tradiciones, en especial en Año Nuevo porque en Navidad es más difícil, por los trabajos, reunir a la familia entera.

El 31 de diciembre un ambiente mágico llena mi vecindad, al recibir con abrazos y alegría la llegada de quienes procedemos de la culta Tegucigalpa.

Rápidamente, entre abrazos y pláticas, se empieza a discutir que habrá para la noche, a qué hora se harán las visitas a los amigos del pueblo y en qué momento se inician las tertulias alrededor de un par de buenas sillas en las aceras, la música y los emparedados para “hacer hambre”. Las preguntas sobre los amigos que hace tiempo no se ven, resultan obligadas, así como los recuerdos de cuando llegó el primer árbol de pino artificial en el pueblo, el teléfono o los televisores; ni hablar de las serenatas bajo la luna o los bailes con marimba o conjuntos de cuerda. El momento también se da para recordar a los que ya no están más entre el mundo de los vivos.

Rosa Morazán, una querida colega periodista, me cuenta que en su pueblo Morocelí, cerca de Danlí, en el oriente del país, las fiestas dicembrinas se celebraban alrededor de un árbol de pino natural, el cual se llenaba con bolitas de algodón y la flor de la caña de azúcar, aparte de las tarjetitas navideñas y los globos que no podían faltar.

Igual que en la zona sur, las fiestas eran en los corredores y las familias se preparaban para festejar con sendas ollas de nacatamales para regalar a quien llegara a la casa o enviar a los amigos y vecinos; muchas cosas en común que tienen un punto de partida importante: la magia que representa la Navidad, no se ve, no se toca, pero se siente, se siente porque encierra los sentimientos más nobles y hermosos del ser humano; no digamos en los niños. Y como bien afirma Rosita, lo que nunca podía faltar eran los estrenos, pues era la época en que la gente del pueblo lucía su vestuario anhelado a lo largo del año.

Hoy las demandas de la sociedad de consumo son cosas más frívolas, se está perdiendo la magia y soy una luchadora, incluso conmigo misma, porque esa vorágine no me arrastre, por eso disfruto ir al sur, ya se en auto, en autobús o en un aventón, no importa, porque siempre es bueno volver a las raíces. Para todos los lectores de Proceso Digital, ¡lo mejor del 2011 y que nunca se rompa la magia del espíritu de Navidad! Salud.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Finalmente, una puerta

La reciente publicación de la lista de morosos con el Estado por parte de la Dirección Ejecutiva de Ingresos (DEI) es un buen aliento de fin de año, que se suma a los pequeños pasos que desde diversos puntos del país se hacen a favor de la transparencia, el acceso a la información pública y la rendición de cuentas. 

Desde que ejerzo el periodismo, un poco más de dos décadas, no recuerdo una institución pública que haya hecho algo como la DEI. Si una de las funciones del periodismo es ser el contrapeso para el control social de la gestión pública, justo es reconocer cuando algo desde el Estado se hace bien. 

Todo indica que el director de la DEI, contra viento y marea, decidió hacer lo que sus antecesores nunca se atrevieron, por temor o cálculo, por falta de voluntad política o por negociaciones bajo la mesa, o sencillamente porque no lo consideraron relevante. 

No es casual que desde que empezó a publicarse la lista de los morosos las amenazas a muerte o presiones para su despido sean cada vez más crecientes, y corresponde a las autoridades dar la seguridad y protección debida al funcionario, si éste considera que su integridad física está en riesgo. 

Lo interesante de la publicación de la DEI es que ahora, ninguna institución pública, ni siquiera el Instituto de Acceso a la Información Pública (IAIP) podrá alegar que el “Nombre” de una persona o institución que recibe fondos públicos, es “dato personal confidencial”. 

En el 2009, algunas resoluciones del IAIP, vinculadas a la petición de información sobre los beneficiarios de la Red Solidaria y los bonos que otorgaba el Programa de Asignación Familiar (PRAF), fueron denegadas bajo el argumento que el nombre es un dato personal confidencial, algo que en ninguno de sus artículos establece la Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública. 

Si el nombre no es un dato personal confidencial, según la Ley de Transparencia, la vida particular e íntima de las personas sí lo es, pero si se trata de un funcionario público debe prevalecer al momento de revelar una información, lo que se conoce como “prueba de interés público”, a fin de determinar si el interés público por conocer la información es mayor que el privado.

Ejemplo, si X funcionario tiene cinco amantes, es su vida privada y a nadie le importa; pero si esas cinco amantes las mantiene con fondos públicos al emplearlas en dependencias del Estado y de remate ganan más salario que el personal más calificado con que el cuenta el gobierno, la información toma otro giro y se vuelve de interés público porque con dinero del pueblo se financian gustos exóticos. Ese es el sentido de la ley de acceso a la información pública, transparentar la gestión pública y dar seguimiento a las pistas del dinero público que eviten excesos y abusos de poder. Aplica también para los paracaidistas en los puestos públicos, por citar otro ejemplo.

La publicación de la DEI es un paso que permitirá desvirtuar aquel interés oscuro de sectores políticos por reservar el nombre de las personas como dato personal confidencial. Si usted tiene una empresa y vende sus servicios al Estado y éstos son legales ¿por qué no negarle acceso al público del contrato si usted recibe salario por un trabajo, y éste puede ser comprobado? Pero hay quienes buscan evadir la transparencia en la ley de acceso a la información bajo el argumento de la secretividad, una cultura permanente en Honduras que debe empezar a ser erradicada. 

El otro fenómeno que nos muestra el dato de la DEI es el creciente interés público, por los asuntos de interés público vinculados al accionar del Estado. Las visitas al sitio web de la DEI han batido récord en la historia de esa dependencia gubernamental y en la de Honduras misma. 

Ningún portal del gobierno ha tenido tantas consultas y visitas que registran un promedio de 100 mil, de todas partes del país y del mundo. No cabe duda que la Internet está revolucionando muchas cosas en el mundo del acceso a la información pública en Honduras. El reto para la DEI será mantener esa dinámica, así como abrir sus archivos para transparentar el uso y entrega de la publicidad oficial. Que así sea.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Corrupción invasiva

Las historias de los pueblos siempre son un buen referente del retrato de país. Recientemente en la ciudad de Santa Bárbara, en la cabecera departamental del mismo nombre, se produjo la elección de la reina infantil, donde un conocido dirigente magisterial pagó la nada despreciable cantidad de 450 mil lempiras en la compra de votos para que ganara su pequeña hija.

Uno a uno fueron cayendo los billetes nuevos de 500 lempiras, ante el asombro de los representantes municipales y organizadores de la feria. Ni la hija de la familia con mayores recursos económicos en el pueblo, llegó a sacar 100 mil lempiras, cuentan los pueblerinos y compañeros docentes del dirigente gremial, que incluso ocupa un puesto importante en un movimiento popular y gremial de oposición política que ofrece una “refundación”. ¡Qué ironía! 

El dato y el acto puede parecer una “minucia” en medio de los grandes problemas de Honduras por abordar y enfrentar, pero no lo es. Si en un pueblo, cuya carga tributaria no ha de representar un fuerte impacto en los aportes tributarios que percibe el país, se producen ese tipo de “excentricidades”, ¿Qué no puede darse en las grandes ciudades? ¿Quién, con tanto recurso, puede darse el lujo de pagar semejante cantidad de dinero para complacer un capricho? ¿Quién será ese honorable y sobornable personaje que despunta con tanto ímpetu en la competencia por los nuevos ricos y famosos en Honduras? 

En el lenguaje de la hipocresía pública hondureña, ese tipo de personajes se les conoce como un “buen emprendedor”. Es así que llenos de este tipo de emprendedores, los hondureños nos dimos cuenta como en un abrir y cerrar de ojos el Banco de los Trabajadores cambió de socios y fue “capitalizado” por las cooperativas asociadas a la FACACH. 

La Fiscalía, como es su costumbre, anunció que “investigará” quienes fueron los “emprendedores” que no pagaron sus deudas al banco para deducirles responsabilidades, pero los nombres empiezan a trascender. Deudas por 18 millones de lempiras y otras menores por el tampoco menos despreciable monto de 130 mil dólares, forman parte del abanico de morosos que estuvieron a punto de desequilibrar ese banco y seguramente no pagarán, porque algún fenómeno natural o un decreto legislativo será una justificante válida para exculpar a esos “buenos emprendedores”. 

Y si la minucia se desenreda, las historias en los cafetines erizan la piel a cualquiera. Funcionarios públicos que vía comisiones ilícitas, producto de negociaciones bajo la mesa, hacen y deshacen con las arcas públicas, en un país cuyos huesos siguen teniendo carne porque no hay crisis económica que impida arrancar aún los buenos tajos.

También, el uso indiscriminado de publicidad oficial como premio y castigo a la prensa es una arista repetida en la última década y que no ha variado en la administración actual. Hay programas de colegas periodistas que ocupan de esa pauta para pagar la renta de sus espacios noticiosos y si bien pasan los anuncios estatales, son desbordados por los llamados “tiburones” del periodismo que en nombre del chantaje y el soborno se agencian de cantidades impresionantes de recursos que difícilmente pasarían una auditoria de los entes de control. 

Lo del maestro “emprendedor” es un claro síntoma de la impunidad y reparto del país y sus prebendas a todo nivel. Enorme disyuntiva la que tenemos entonces, en un país cuyos índices de percepción de corrupción sólo nos reafirma que ésta cada día se posiciona como un cáncer invasivo a vista y paciencia de quienes, desde el poder público y desde la sociedad civil, poco o nada hacen por brindar señales claras de un “hasta aquí” de tanto latrocinio y desfachatez. 

El caso de la Secretaría de Industria y Comercio, donde su suspendido ministro aceptó dádivas del COHEP para remodelar sus instalaciones, no solo representa un conflicto de intereses y un dilema ético, al contrario, es el reflejo de una colusión casi histórica que ante la impunidad del país creyó pasar sin pena ni gloria. ¿Habrán otras Secretarías de Estado con ese tipo de relaciones? 

Estados Unidos en este momento está en pánico escénico y de seguridad nacional por la difusión de los documentos en Wikilealks que desnudan como opera la diplomacia estadounidense, dando así rienda suelta a la imaginación y la especulación, de la prensa, de sus críticos, de sus opositores y hasta de los sin oficio, pero sin duda están ante el mayor evento político de su historia, tras el caso Watergate. 

En Honduras, no estaría mal la presencia de Wikilealks. Se imaginan, ¡Le da un infarto a medio país! Seguramente mucho mitos caerían, otros serían descartados y más de alguno ratificado. Dicen que soñar no cuesta nada. 

De momento, más que voluntarios contra la corrupción y discursos evangelizadores, el país necesita de acciones contundentes donde los peces gordos de la corrupción, indistintamente de su ideología y capa social, vayan a parar a las cárceles de máxima seguridad de las que se nos habla, mas allá del imaginario colectivo.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Los Magníficos

Recuerda usted la serie hollywoodense “Los Magníficos”, de los años ochenta, conformada por un equipo de cuatro o cinco personas que se encargaban de resolver problemas a favorde la humanidad. Fue una de las series más vistas a nivel televisivo en el mundo. 

Según el guión de la serie, “Los Magníficos” era un especializado equipo de ex soldados estadounidenses que pelearon en la guerra de Vietnam y fueron encarcelados por un delito que no cometieron y decidieron huir en una fuga espectacular, como la avioneta que se “robaron” del hangar de la fuerza aérea hondureña en la base “Armando Escalón”, en San Pedro Sula. 

Siguiendo el guión de “Los Magníficos”, sus integrantes eran habilidosos personajes en el manejo de las armas, las operaciones de asalto y viajaban de pueblo en pueblo en busca de aventuras, donde siempre encontraban a un personaje “desprotegido” y le ayudaban. Eran algo así como los salvadores de los desamparados, pero cobraban por sus trabajos. 

Sus actores eran el “coronel” Jhon Anibal Smith, interpretado por el fallecido George Peppard, le seguía el “teniente” Templeton Fenix Peck (Dirk Benedict); el “capitán” H.M. Murdock (Dwight Schultz); el “sargento” Mario Baracus (Mr. T) y no podía faltar la intrépida periodista que se convierte en su aliada Melinda Culea (Amy Amanda Allen). 

El coronel Anibal Smith era el cerebro, el amo del plan maestro del grupo, el gran estratega, quien siempre tenía un “Plan B”. A la fuerza de la inteligencia, se sumó la fuerza física de Mario Baracus, quien no gustaba de los aviones y tenían que dormirlo para poder transportarlo en un aeronave. Baracus no solo era la fuerza bruta de “Los Magníficos”, era también el mejor mecánico. 

Y que decir de “loco” Murdock, un experto piloto en aviones de combate, capaz de hacer lo inimaginable; era la adrenalina del grupo y siempre para cada trabajo tenían que sacarlo de un manicomio, aunque lograba convivir con las voces que rodeaban su cabeza; era sencillamente genial. 

No podía falta el diplomático, elegante y sensual Templeton Fénix Peck, más conocido como “Faz”; era demasiado guapo y se cuidaba tanto su rostro que no se lanzaba a ninguna pelea, pero su habilidad para enamorar mujeres, ser un espía perfecto y conseguir lo que pidieran, era el complemento ideal para ese equipo de ex guerreros estadounidenses que lucharon en Vietnam. 

Así se la jugaban ellos, entre aventura y aventura, todo parte de la ciencia ficción que para dar más condimento a la serie incorpora a Melinda, la periodista, que se une a ellos para evitar que los descubran y les conseguía información estratégica. Ella sale de la serie luego de dos temporadas. 

¿Por qué escribir sobre Los Magníficos?, se preguntaran. Sencillo, el espectacular robo de la avioneta de la fuerza aérea hondureña es ideal para echar a volar la imaginación y sonreír a quienes creen que la sociedad es idiota y se va a creer el cuento que “cuatro o cinco personajes” misteriosos, llegaron a la base, encañonaron y ataron a los soldados, se subieron a la avioneta y desde tierra, el resto de los uniformados no tuvo más que decir “el avión, jefe, el avión” como el personaje de la Isla de la Fantasía, otra gustada serie televisiva.

Hasta ahora, las declaraciones de las autoridades dejan más dudas que certezas; contradictorias entre sí y todo es de película. Si no es por la fiscal del caso, no se conocieran algunos detalles de la operación que ha dejado al descubierto la vulnerabilidad de la principal institución encargada de velar por la Seguridad Nacional y Defensa del país: Las Fuerzas Armadas. 

La acción castrense de suspender a quienes dirigen la base aérea “Armando Escalón”, es correcta y fue efectiva, pero no debe quedar ahí. Una cosa de esa magnitud no puede soslayarse bajo el discurso mediático de querer “dañar” la credibilidad del órgano castrense. Si se dice cualquier cosa del caso, la reacción es inmediata: quieren desprestigiar a los uniformados y si la sociedad y la prensa se traga el cuento, le hará más daño que bien a las Fuerzas Armadas. 

Los militares están en la obligación de llegar a fondo del asunto, porque de lo contrario, el mensaje de la delincuencia que se posicionará en la ciudadanía y las esferas castrenses y de los tres poderes del Estado es: “nosotros mandamos y hacemos lo que queremos, el país nos pertenece, nadie está seguro y ustedes mucho menos”. 

Esa es la disyuntiva que tienen no solo los militares, también los operadores de justicia. Qué bien que las Fuerzas Armadas y la policía den los golpes necesarios al narcotráfico, pero qué mal si los usan como elementos distractores para desviar la atención de un asunto tan serio y global.¿Se imaginan que estarán pensando los países vecinos que tienen ejército con este bochornoso caso?

Por eso, cuando las autoridades hablan de que fueron cuatro o cinco personajes quienes hicieron todo, que eran “expertos” con manejo de armas y rapidez extarordinaria, me imagino entonces que esos son “Los Magníficos”, quienes ¡volvieron! Solo que esta vez a favor de los criminales para llevarse una bimotor que fue calentada desde hace un mes, que se perdió una de las llaves y nadie dijo nada, que pagaron dinero a lo loco pero a saber quien se quedó con él, en fin, muchas historias por contar, en un país donde parece un pepino importarles la vida de la gente. 

Así que imaginemos, quién sería el Murdock que pilotó la nave; quién haría las del coronel Aníbal, quién sería “faz” y quién Mario Baracus..Porque así como lo describen las autoridades solo estos personajes de ciencia ficción pudieron meterse a una base aérea y sustraer un avión. 

Algo tengo claro, “Mc Giver” no pudo ser, porque él actuaba solo y era más sofisticado..Veamos como concluye esta serie hondureña para saber si algún día alguien podrá capturar a “nuestros” Magníficos.. saludes.

miércoles, 27 de octubre de 2010

La historia en “un parte”

Por casualidad me encontré con un documento donde reportan los eventos que suceden a diario en el país relacionados con la violencia. Utilizando el lenguaje policial, los periodistas le llaman “el parte policial” o reporte de los acontecimientos.

Leyendo las descripciones de los casos, no deja de impresionar como la historia y vida de una persona se resume en 10 o 15 líneas, a lo sumo. Los escuetos relatos van desde muertes por homicidio, accidente vial, detenidos, entre otros.

Para cada uno de ellos tienen un patrón interesante.Así se indica que a las: “23.50 horas del día domingo 24 de octubre del 2010, reporta el agente de investigación Jorge Castellanos, asignado al departamento de Delitos contra la Vida (Homicidios) que a las 23:15 horas en la carretera que conduce a Danlí, se tomó nota del levantamiento del cadáver del señor WILSON GEOVANY MUNGUIA, de 22 años de edad, con número de identidad 0801-2008-03882, casado, oficio elctricista, residente y originario de la colonia Villanueva, de esta misma Ciudad”.

“Causa de la muerte: Trauma encéfalo craneal abierto producido por hecho vial. Manera de muerte: accidental. Tiempo: De 4 a 5 horas. Hechos: Según versión de familiares, el occiso se encontraba en estado de ebriedad y se cruzó la calle y lo atropelló un vehículo, el cual se dio a la fuga”.

Así quedó resumida la historia de este hondureño. Otras muertes son reportadas en “el parte” como “según versiones de familiares se encontraba hospitalizado desde el día X porque en esa fecha salió con unos amigos y a los 30 minutos apareció tirado en un charco de sangre”.

Pero hubo una categoría policial utilizada que me llamó la atención “muerte indeterminada”.En ella ubican el caso de una jovencita de 17 años, “pendiente de autopsia, pendiente de investigación” ya había fallecido hace cuatro días.

Las otras categorías que utilizan son “Detenidos en flagrancia”, “muerte suicidio”, “muerte por objeto romo”; “muerte accidental”, “muerte por arma de fuego”, “muerte por arma blanca”; y en algunos lugares del país el reporte solo especifica “sin novedad de importancia”, porque se presume que no ocurrió nada.

Son categorías variopinto para las historias de vida que encierran. Muchas de éstas, sin completary sin investigar son las que producen impunidad, mora en la acumulación de casos y por ende mayor incremento en la espiral de violencia al no haber señales reales de identificar a los responsables de los crímenes, sean por homicidio o accidentales.

Pero el “parte policial” no encierra todas las muertes violentas que acontecen en el país, mucho menos en la capital. Son como su nombre lo indica en el reporte: “Novedades de importancia”, que pueden concluir en historias de vida, dolor e indignación si la prensa hurgara un poquito más y se interesara por humanizar el relato sin caer en el morbo ni el sensacionalismo.

Sería interesante saber, por ejemplo, en los última década cómo estaban estos “partes policiales” para medir el indicativo de crecimiento de la violencia, las categorías utilizadas y las supuestas causas de las muertes violentas. Quizá eso nos permite explicar en qué momento perdimos la tranquilidad.

El último informe del Comisionado Nacional de los Derechos Humanos sobre la inseguridad en los últimos cinco años, revela cifras escalofriantes. Honduras ha duplicado su número de homicidios de 8 diarios en el 2000 a 16 diarios a junio de 2010, pero acostumbrados casi a convivir con el crimen sumar muertos a las estadísticas es como un “parte policial”: demasiado frívolo y distante.

Los datos del Comisionado de Derechos Humanos coinciden con las últimas cifras del Observatorio de la Violencia de la UNAH que sigue desde hace algún tiempo un minucioso seguimiento a los hechos de violencia para apuntar a hechos y datos que contribuyan a la formulación de políticas públicas más efectivas en materia de seguridad.

De un tiempo acá, los hondureños coinciden en indicar que prefieren vivir “encarcelados” en sus viviendas para protegerse de la inseguridad, que optan por tener perros guardianes y llenar los muros de serpentinas y cámaras de vigilancia—los que pueden—para evitar ser sorprendidos por la delincuencia o las acciones de los sicarios. Ello contrasta con la Honduras de antaño y la Tegucigalpa señorial y colonial a que estábamos acostumbrados a visitar, quienes provenimos del interior y nos deslumbraban sus luces cual si fuera un nacimiento.

Algo tenemos que hacer para recuperar los espacios públicos y la tranquilidad perdida y sustituida por la zozobra. En esta época que se aproxima a la Navidad, en los pueblos es época también de hacer volar cometas o “papelotes”, elaborados, en mi pueblo, a base de varillas de la palma de coco y adornados con papelillos de colores, esperando una buena posición del viento para echarlos a volar y poner también a volar nuestra imaginación.

La otra vez vi en uno de los bulevares de Tegucigalpa, un par de personas vendiendo cometas, más sofisticadas de las que yo recuerdo, y me pregunté: ¿quién las va a volar y a dónde?, si los niños tienen pocos espacios de recreación y la prisa de la gente es por llegar temprano a casa antes que caiga la noche y con ello la oscuridad... Esas costumbres debemos recuperarlas para que los “partes policiales” en vez de “novedades de importancia”, consignen lo contrario. Luchemos por ello.