La
vida como que se ha propuesto este año arrancarme valiosos afectos, entre ellos
los relacionados con mi infancia. Fue así como asistí a despedir a mi
entrañable amiga, Laura Paredes, mi compañera de escuela, secundaria y los
primeros años universitarios, cuando ambas tomamos caminos distintos.
“La Nina”, como
cariñosamente le llamaba su familia y sus amigos, era un ser especial no solo
por su belleza física, sino que también espiritual. De sonrisa dulce y
espontánea, Laura siempre fue una mujer inquieta, inteligente y muy valiente.
Leal con sus amigos y con su familia.