martes, 27 de diciembre de 2011

2011, un año marcado por el luto

A escasos días de que concluya el 2011, un año marcado por el luto a causa de la inseguridad, el presidente Porfirio Lobo tiene ante sí enormes desafíos en materia de seguridad que pasan por señales contundentes a los hondureños que nos digan que se va a combatir el crimen organizado y su infiltración en la policía y no que se va a gobernar con ellos.
No hay tiempo para dilaciones. El 2012 debe ser el año de los cambios decisivos y las rupturas precisas en la policía cuya reconversión no será por deseo divino como quieren darnos a creer los policías-religiosos molestos por los cuestionamientos a la podredumbre que vive ese órgano responsable de garantizarnos la vida, pero no de quitárnosla, como lo demuestran hechos recientes.
Siguiendo los preceptos bíblicos de quienes desde la institución hacen cultos mediáticos, las sagradas escrituras señalan que El Señor dijo “ayúdate, que te ayudaré”. Eso es lo que necesita la policía nacional, una ayuda directa para extirpar el pus, lo demás vendrá por su propio peso. Respeto a los policías que son creyentes y han experimentado cambios personales en su fe, pero no comparto el utilitarismo de la misma con fines de impacto en los medios como sofisma de distracción.
No es escondiendo realidades o tratando de minimizarlas como se salvará la policía, ni muchos menos enojándose con la prensa al reclamarle en público una presunta campaña en su contra, como lo hicieran recientemente varios policías, la mejor medida que evitará la fetidez que sale de las entrañas policiales.
Nadie, en sus cinco sentidos, busca la destrucción de la policía, pero sí la devolución de un ente más sano, menos corrupto y menos dañino y peligroso en su colusión con el crimen organizado.
De ahí que los desafíos del presidente Lobo Sosa y el ministro de Seguridad, Pompeyo Bonilla, se centren en los siguientes: desarticular las bandas delincuenciales y criminales que operan al interior de la policía; capturar a los responsables de los asesinatos de los dos jóvenes universitarios, entre ellos el hijo de la rectora de la UNAH, así como el crimen en contra de Alfredo Landaverde, la periodista Luz Marina Paz Villalobos y otros 16 comunicadores sociales más, además de esclarecer el asesinato cometido en contra del zar antidrogas, Arístides González.
A  ello se suman muchos otros crímenes como el del dirigente deportivo de la Federación Nacional de Fútbol, Dennis Múñoz, la desaparición del presidente de la Ciudad Planeta en San Pedro Sula, días después de ser “iluminada” como la ciudad de Las Vegas en Estados Unidos, tras un ambicioso proyecto político-proselitista estatal, entre otros.
Ello del lado del esclarecimiento de hechos que limpien la imagen de este país de “nación impune”. Del otro, estas acciones deben ir aparejadas de una depuración efectiva de la policía con los rigores técnicos, éticos y científicos del caso, que nos dejen a los buenos policías, saquen y castiguen a los malos, en clara señal de cambios reales y no cosméticos.
La nueva Dirección de Investigación y Evaluación de la Carrera Policial debe comenzar a funcionar, sin ambigüedades ni flaquezas para tomar al toro por los cuernos, pues el discurso mediático inicial se les puede revertir a sus nuevas autoridades cuando “la patria” sienta que no cumplen su deber.
Las decisiones en seguridad a tomar por el gobernante no son fáciles, pero tampoco imposibles. No se necesita de más crímenes selectivos ni muertes en feria como los supermercados, para actuar. La operación “relámpago”, está bien, pero es un disuasivo momentáneo que no será permanente y pronto el presidente Lobo sentirá que ello es así.
Cuando los periodistas sacamos las noticias sobre la tasa de homicidios, las zonas controladas por el crimen organizado en colusión con la autoridad o el nivel de corrupción e infiltración de ese delito transnacional en la policía, no son noticias que a uno le satisfacen, al contrario, duelen hondo porque vemos como el país se nos desagarra, se nos va de la mano, y la autoridad sigue impávida ante el avance de los “señores de la droga”.
Apostemos a que el 2012 será el año de las decisiones para salvar a Honduras que cada vez se acerca a ese círculo de “estados-fallidos” pero sí el gobierno toma el toro por los cuernos, las esperanzas de reversión pueden resurgir, porque sin duda el 2011 ha sido hasta ahora el año más nefasto en inseguridad, corrupción e impunidad que los últimos tres años. Y eso, ya es bastante.

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