miércoles, 7 de diciembre de 2011

Sin tiempo para llorar

Honduras vive momentos difíciles y la criminalidad desafía a cada instante al gobierno. La primera mujer periodista asesinada en la era democrática, es junto al crimen de Alfredo Landaverde, una clara respuesta del crimen organizado y de las estructuras corruptas de poder, de querer imponer en este país la “sociedad del miedo”.
Son mensajes claros. No quieren que la prensa siga “hurgando” la podredumbre policial y los nexos de algunos de sus miembros con el delito transnacional y tampoco quieren que quienes conocen el tema hablen más en los medios, ni en ningún otro lugar.
La fórmula es sencilla: prensa y fuentes calladas, igual a “sociedad del miedo”.
Sin duda, en primera instancia, su estrategia ha causado el impacto deseado: temor e inmovilismo, pero no será por mucho tiempo. De eso estoy convencida.
Como dijo la esposa de Landaverde, Hilda Caldera, hoy toda Honduras debe romper el miedo y confrontar al gobierno y sus autoridades para que actúen, pero no con medidas dilatorias, que solo rodean la pus sin atreverse a extirpar el grano.
En el despacho del presidente Lobo se encuentra la propuesta consensuada de la Universidad, el Poder Legislativo y los técnicos del Poder Ejecutivo para iniciar una intervención de la policía con ayuda internacional. No creo que se necesiten más muertes para actuar.
El presidente se comprometió públicamente a respetar el consenso. Ha llegado el momento de demostrarlo. Él pide que la sociedad le acompañe en la labor militar con funciones policíacas y en la aprobación de una polémica ley de espionaje, pero a cambio, no da nada. No hay muestras claras de voluntad política de entrar a fondo del asunto.
El último anuncio es el de la revisión de las motocicletas. Una reunión de tres horas  con los responsables de Defensa y Seguridad para hacer tal anuncio, sin duda que causa gracia. No siempre es bueno apostar a jugar con la ingenuidad del hondureño.
Así como la criminalidad no nos ha dejado el tiempo para llorar a los muertos, la población no debe dar más tiempo al gobierno para qué no haga nada. Más dilaciones, representa más impunidad y más impunidad significa más muertes y más muertes es sinónimo de menos democracia y de menos gobernabilidad. Ese es el escenario, Señor Presidente. Nuestras vidas están en sus manos.

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