Los últimos hechos políticos y sociales en el
país cada vez nos llevan a pensar que hemos entrado a una acelerada fase de
agotamiento de las elites política, gremial y del movimiento popular. Los
liderazgos están en crisis.
Del lado
político, al acercarse las elecciones internas y primarias de noviembre
próximo, todo indica que la querida “H” (de la selección nacional de fútbol)
está a punto de resquebrajarse justo cuando empieza el sueño por un nuevo
mundial.
Casi todos
sus integrantes han sido copados en las corrientes internas de los partidos
políticos que disputarán las internas, sin excepción. Y qué decir del folclor,
la clase política amenaza con dejarnos sin humor y sin espacios para la risa. Y
es probable que hasta sin periodistas.
Las nuevas
caras que presentan orgullosos nuestros aspirantes políticos tienen muchas
características, pero sin discurso político ni propuesta que eleve su nivel.
Que el derecho de participar les asiste, ¡por supuesto!, pero no basta con ello,
creo que los hondureños merecemos no solo gente apreciada y con carisma;
necesitamos gente con capacidad política, gerencial y de liderazgo que nos
indique y dé confianza de representatividad en el Congreso y el resto de
cargos.
La política
y el país son cosa seria que debe distanciarse del bazar de los mercados en
donde se regatea por la compra de la mejor bufanda. Los nuevos aspirantes a
diputados, regidores y demás puestos, deben someterse también a un intenso proceso
de autoformación y formación no solo política, también de realidad nacional. Ello
a iniciativa propia o en los espacios de liderazgo que les dan sus partidos
políticos o corrientes internas.
Deben ser
conscientes, en el caso de los futbolistas, que no basta con decir “un saludo a
la afición”, mientras que los periodistas están obligados a saber que en ese
ruedo al que entran, no basta con saber preguntar o “arrinconar” a su entrevistado.
Y nuestros humoristas y comentaristas entender que el discurso político no es
una “agudeza” o una imitación que arranque aplausos de la masa imperfecta.
Quizá mi
opinión no guste, pero es mi obligación no caer en adulaciones y pintarles,
desde mi humilde criterio, los retos que tienen por delante, además de
recordarles que “siempre hay ojos que ven”. La elite política se está agotando y pueda que forme, junto al
resto de elites que citaré, la Honduras de la antología de lo absurdo.
Si la clase
política está en agonía, también la dirigencia gremial y sindical. Ahí los
relevos generacionales, no tienen nada que envidiar a los políticos. Ellos
también quieren serlo---en el peor sentido de la política—y hasta imitarlos en
todo.
Están
agotados porque no quieren ver el futuro ni su compromiso por formar una base
sindical y gremial consciente de que no se autodestruya, sino que sepa cómo
moverse y sobrevivir en la globalización. Cualquier asomo de cambio o de reforma
lo ven como “privatización”, reniegan de la “oligarquía” pero se han vuelto sin
percatarlo una “casta gremial” neo
burgués que cierra filas, cuando de intereses e impunidad se trata. Ha llegado
el momento de construir nuevos líderes gremiales también.
Y qué decir
del resto del movimiento social. Con las excepciones del caso, todos han dejado
de lado las luchas reivindicadoras del país por ser también igual a los
políticos. Las máscaras caen sin mayor esfuerzo, sus arengas ya no contagian,
dan sueño; volvieron aburrido el marxismo-leninismo, al grado que un joven de
Ciencias Sociales, simpatizante de los cambios revolucionarios, un día me dijo
que esas teorías le parecían “desfasadas” porque mucha gente “se quedó colgada”.
Con asombro,
pero con respeto le escuché, y cuando me dijo qué de las Ciencias Sociales era
lo que le interesaba, respondí: pues aunque suene aburrido debe leerlos para
entender mejor los procesos y aplicarlo con el mayor rigor posible a sus
debates y análisis.
Es como el
Periodismo, soy del criterio que todo mundo puede aspirar a ser periodista y
hacer periodismo, agarrar una grabadora, sentarse frente a un micrófono o una
pantalla, pero no todo mundo puede llamarse Periodista, pues existen principios
universales que rigen esta profesión que trascienden al tiempo y a las
tecnologías. Un periodista que quiere preciarse de ello, no evade pasos, ni procesos,
al contrario, se forma y se exige mayor rigor en su trabajo. Eso lo diferencia
del resto.
Pero
volviendo
al agotamiento de nuestras elites, confiemos en que esta transición
post golpe permita que el país entre a un proceso de verdadera
transformación
social, económica y política, no redactando leyes, sino cambiando
nuestra
mentalidad para encontrar—que los hay—los líderes que nos
merecemos.Comencemos a buscar esos necesarios relevos que construyan,
propongan, sin fomentar odios ni divisiones absurdas en pleno siglo XXI.
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