Sin duda es
el presidente Porfirio Lobo Sosa, que puso al Estado al servicio del Partido
Nacional y su candidato y éstos supieron hacer del voto de castigo un voto de
miedo, y así dieron al gobernante hondureño una salida decorosa de una gestión
que deja más sinsabores que aciertos.
Lobo Sosa inició,
aconsejado por los estrategas del ahora presidente electo, una masiva campaña
publicitaria, tan descomunal como la de su partido, por redes sociales, medios
de prensa internacional y los medios locales pidiendo perdón por sus
desaciertos, no sin antes aclarar que toda su vida se había preparado para ser
Presidente.
La campaña que sigue aún
en los medios informativos, acierta cuando el gobernante Lobo Sosa afirma que hizo
lo que tenía que hacer para que Honduras fuera reconocida en el concierto de
naciones, así como los esfuerzos de reconciliación política a lo interno en el
país. Ese es un mérito del gobernante y de quienes le acompañaron en el
esfuerzo.
Pero Lobo Sosa no pudo frenar
la cacería humana de la violencia, impulsar una política de depuración policial
y muchos menos actuar frente a las redes criminales del narcotráfico de las que
hizo caso omiso pese a los señalamientos en sendos comunicados procedentes
desde Washington. Lobo no quiso extraditar, el nuevo gobierno, esperemos.
Lobo Sosa también se
caracterizó por querer acallar la libertad de expresión no solo de la prensa,
también la de sus funcionarios. Fue en su gobierno donde se libró una férrea
batalla por una ley que contenía al menos 19 violaciones a la Constitución, la
Convención Americana de Derechos Humanos y otros tratados internacionales
suscritos por Honduras que el Ejecutivo con sus allegados pretendió ignorar.
Embelesado por el poder Lobo
salió muy mal de ese enfrentamiento innecesario, que si bien contenía elementos
valiosos que merecen ser rescatados, el proyecto se presentó en el momento
inadecuado y en la coyuntura equivocada. Hoy sin necesidad de esa ley, las
radios comunitarias comienzan a tener forma y otras frecuencias fueron
otorgadas en el silencio que a veces permite el barullo.
El gobernante tampoco
supo atajar los goles de corrupción en su administración y aunque parezca
chistoso, hoy algunos de los ex funcionarios cuestionados vuelven de la mano
del voto popular a saludar al pueblo con la frente en alto por su trayectoria
intachable. Por algo Honduras sigue en la lista de los países corruptos.
Pero todo eso y más se ha
olvidado, el presidente Lobo Sosa ha salido bien librado, el partido en el
poder continuará y el 27 de enero, lejos de silbatinas, habrá sonoros aplausos
hacia un gobernante que es buena gente, que toda su vida se preparó para
gobernar pero cuando lo hizo pidió perdón por hacerlo mal. El pueblo de
Honduras es benévolo dijo uno de sus estrategas hace poco a un medio local.
A su juicio, Lobo dio una
muestra de humildad que no la hace un gobernante, excepto aquel que quiera que
gane su partido, su candidato y que el triunfo opaque sus desaciertos. Y así
fue.
El Partido Nacional
gobernará otros cuatro años con un país muy cambiado, una desigualdad creciente
y una violencia imparable. Tendrá que impulsar reformas y pactos mínimos de
consenso no solo para generar gobernabilidad, también para garantizar la paz
que ha prometido.
Mientras, el gran ganador
en la figura del actual presidente Lobo Sosa, se apresta a despedirse a sí
mismo y a sus ministros con “La Golondrinas” este 18 de diciembre en el Consejo
de Ministros. Así lo anunció, así es él, olanchano, hacendado y terco. Honduras
le ha perdonado y colorín colorado, este desaguisado ha acabado.
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