martes, 29 de octubre de 2013

Libertad y Refundación

Es un partido que surge al amparo de los acuerdos de Cartagena y tras la crisis de junio de 2009. Su candidata, la esposa del ex presidente, Manuel Zelaya, es Xiomara Castro y se ganó esa designación a pulso, por “consenso” le llaman ellos, tras su arduo activismo de denuncia y lucha en las calles.
Los analistas dicen que el partido Libertad y Refundación (Libre) es un nuevo hijo del Partido Liberal, que no logra aún tener una identidad propia pues algunos de sus miembros lo ubican dentro de un socialismo democrático y otros dentro de un capitalismo democrático. Ambas versiones son neófitas en la doctrina de la ciencia política.

Pero su candidata, Xiomara Castro, ante tantos “ismos” se siente más cómoda con un “socialismo catracho” que impulsará cuando llegue al poder si es favorecida con el voto de los electores este 24 de noviembre. Ella tampoco sabe cómo explicar esa versión tropical pero le gusta.

Libre ha cambiado así su estrategia de confrontación y venganza por una de paz y reconciliación, al extremo de aparecer en un foro de debate público con las famosas camisas blancas de la crisis de 2009 y un pequeño logo en rojo del partido. Su color, hasta ahora, ha sido rojo y negro, pero en la estrategia de los simbolismos quizá en este momento sus asesores consideran que no es adecuado ante determinados sectores. A veces se parece más al PL que a sí mismos.

Tanto la candidata de Libre, Xiomara Castro, como el ex presidente Zelaya—la mano que mece la cuna en ese partido—han dado muestras de ser más tolerantes y en público—al menos—se muestran menos rencorosos que algunos de sus activistas que llegaron a catalogar los comicios del 24 de noviembre como una lucha de dignos contra indignos.

Al margen de las motivaciones personales o colectivas que persiguen a los miembros de Libertad y Refundación, este nuevo partido tiene el mérito de haber inquietado a la actual clase política y económica del país, que se volvió aseñorada por tanto poder.

Hoy tienen frente a sí a un partido que si bien tiene actores de su propio parto, ha concitado otras fuerzas sociales que han hallado en Libre un nicho para cumplir sus expectativas, aunque sea con los mismos rostros que han marcado el bipartidismo político y han estado en los últimos gobiernos liberales en este país. A esos liberales, quizá les calen las expresiones del ex presidente Carlos Flores cuando habló de las glorias que el PL ha dado a sus miembros y al país.

Libertad y Refundación por ahora acaricia la posibilidad de llegar al poder pero debe tener claro que de hacerlo el contexto interno y externo no será tan favorable como les fue a sus promotores hace cuatro años. Las bóvedas del dinero público quizá no estén tan llenas como antes.

Internamente deberán enfrentar un país casi al borde de la quiebra, una inseguridad que no cesará de la noche a la mañana, un congreso nacional variopinto, una policía que no se depura y un crimen organizado desafiante. Deberá, guste o no, enfrentar el fantasma de la extradición de narcotraficantes. Eso le espera a quien llegue a gobernar Honduras.

De ahí que la candidata Xiomara Castro sea realista cuando habla de un pacto social, aunque rehúsa ahondar cómo será la refundación. ¿Dará la espalda a todo lo firmado? ¿Eliminará la violencia de un plumazo? ¿Con quién pactará? Castro deberá enfrentar en su mandato que la demagogia y el discurso populista es distinto a la realidad.

En el plano internacional, sus patrocinadores del socialismo del siglo XXI enfrentan el desafío de sobrevivir, salir adelante de sus propias crisis internas y políticas,  y por ende, con menos capacidad de respaldo que en la época del extinto Hugo Chávez.

Cuba, Venezuela, Argentina, Ecuador y Bolivia enfrentan sus propios retos, mientras unos se abren al neoliberalismo, otros buscan retener el poder y otros más replantearse sus estrategias frente a las cuotas de reparto. Es la dinámica de los tiempos, donde Europa no escapa también a las crisis.

Por eso deberá pactar a lo interno, incluso con las fuerzas que adversa, si desea tener gobernabilidad. En el patio cercano de relaciones, Washington también enfrenta dificultades y es muy probable que el nuevo gobierno hondureño conozca la fuerza del Tea Party.

El escenario es igual para quien gane los próximos comicios, con la diferencia que en el caso de Libre, estos se han venido más con los procesos de cambio en el Sur y quizá lleguen al poder cuando esos vientos empiecen a perder fuerza.

Son escenarios, son hipótesis y también son verdades y realidades que no siempre en tiempos de elecciones a los candidatos y sus activistas y simpatizantes les gusta escuchar. Pero como estamos, en tiempos de reflexión, como gusta decir a los líderes políticos, escribir un poco más no está demás. El tiempo tiene la palabra.

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