Es un partido que
surge al amparo de los acuerdos de Cartagena y tras la crisis de junio de 2009.
Su candidata, la esposa del ex presidente, Manuel Zelaya, es Xiomara Castro y
se ganó esa designación a pulso, por “consenso” le llaman ellos, tras su arduo
activismo de denuncia y lucha en las calles.
Los analistas dicen que el partido Libertad y Refundación (Libre) es un
nuevo hijo del Partido Liberal, que no logra aún tener una identidad propia
pues algunos de sus miembros lo ubican dentro de un socialismo democrático y
otros dentro de un capitalismo democrático. Ambas versiones son neófitas en la
doctrina de la ciencia política.
Pero su candidata, Xiomara Castro, ante tantos “ismos” se siente más cómoda
con un “socialismo catracho” que impulsará cuando llegue al poder si es
favorecida con el voto de los electores este 24 de noviembre. Ella tampoco sabe
cómo explicar esa versión tropical pero le gusta.
Libre ha cambiado así su estrategia de confrontación y venganza por una de
paz y reconciliación, al extremo de aparecer en un foro de debate público con
las famosas camisas blancas de la crisis de 2009 y un pequeño logo en rojo del
partido. Su color, hasta ahora, ha sido rojo y negro, pero en la estrategia de
los simbolismos quizá en este momento sus asesores consideran que no es
adecuado ante determinados sectores. A veces se parece más al PL que a sí
mismos.
Tanto la candidata de Libre, Xiomara Castro, como el ex presidente
Zelaya—la mano que mece la cuna en ese partido—han dado muestras de ser más
tolerantes y en público—al menos—se muestran menos rencorosos que algunos de
sus activistas que llegaron a catalogar los comicios del 24 de noviembre como
una lucha de dignos contra indignos.
Al margen de las motivaciones personales o colectivas que persiguen a los
miembros de Libertad y Refundación, este nuevo partido tiene el mérito de haber
inquietado a la actual clase política y económica del país, que se volvió
aseñorada por tanto poder.
Hoy tienen frente a sí a un partido que si bien tiene actores de su propio
parto, ha concitado otras fuerzas sociales que han hallado en Libre un nicho
para cumplir sus expectativas, aunque sea con los mismos rostros que han
marcado el bipartidismo político y han estado en los últimos gobiernos liberales
en este país. A esos liberales, quizá les calen las expresiones del ex
presidente Carlos Flores cuando habló de las glorias que el PL ha dado a sus
miembros y al país.
Libertad y Refundación por ahora acaricia la posibilidad de llegar al poder
pero debe tener claro que de hacerlo el contexto interno y externo no será tan
favorable como les fue a sus promotores hace cuatro años. Las bóvedas del
dinero público quizá no estén tan llenas como antes.
Internamente deberán enfrentar un país casi al borde de la quiebra, una
inseguridad que no cesará de la noche a la mañana, un congreso nacional
variopinto, una policía que no se depura y un crimen organizado desafiante.
Deberá, guste o no, enfrentar el fantasma de la extradición de
narcotraficantes. Eso le espera a quien llegue a gobernar Honduras.
De ahí que la candidata Xiomara Castro sea realista cuando habla de un
pacto social, aunque rehúsa ahondar cómo será la refundación. ¿Dará la espalda
a todo lo firmado? ¿Eliminará la violencia de un plumazo? ¿Con quién pactará?
Castro deberá enfrentar en su mandato que la demagogia y el discurso populista
es distinto a la realidad.
En el plano internacional, sus patrocinadores del socialismo del siglo XXI
enfrentan el desafío de sobrevivir, salir adelante de sus propias crisis
internas y políticas, y por ende, con
menos capacidad de respaldo que en la época del extinto Hugo Chávez.
Cuba, Venezuela, Argentina, Ecuador y Bolivia enfrentan sus propios retos,
mientras unos se abren al neoliberalismo, otros buscan retener el poder y otros
más replantearse sus estrategias frente a las cuotas de reparto. Es la dinámica
de los tiempos, donde Europa no escapa también a las crisis.
Por eso deberá pactar a lo interno, incluso con las fuerzas que adversa, si
desea tener gobernabilidad. En el patio cercano de relaciones, Washington
también enfrenta dificultades y es muy probable que el nuevo gobierno hondureño
conozca la fuerza del Tea Party.
El escenario es igual para quien gane los próximos comicios, con la
diferencia que en el caso de Libre, estos se han venido más con los procesos de
cambio en el Sur y quizá lleguen al poder cuando esos vientos empiecen a perder
fuerza.
Son escenarios, son hipótesis y también son verdades y realidades que no siempre
en tiempos de elecciones a los candidatos y sus activistas y simpatizantes les gusta
escuchar. Pero como estamos, en tiempos de reflexión, como gusta decir a los líderes
políticos, escribir un poco más no está demás. El tiempo tiene la palabra.
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