Con todo para encantar al electorado y para
ganar un proceso electoral siendo un jugador fuera de la política, un “outsider”
como se le conoce, el aspirante presidencial del Partido Anticorrupción (PAC),
Salvador Nasralla, parece trabajar para destruirse a sí mismo o justificar una
derrota el día de las elecciones.
Nasralla, un ingeniero de profesión, famoso por su
participación mediática como comentarista deportivo y un hondureño que sufre
con la Selección Nacional de Fútbol, decidió finalmente lanzarse al ruedo
político y buscar la Presidencia de la República, medida que generó un boom de
simpatías sin precedentes.
Nasralla pudo captar a un gran número de electores
inconformes con las elites políticas tradicionales y el estilo de gobernar a
Honduras, las cábalas a favor y en contra aumentaron, el entusiasmo ha sido evidente
pero como todo político novato que entra al juego del sistema político, peca en
creer que los comicios se ganan desde el Internet y las redes sociales.
También peca al considerar que basta con su honestidad para
que la gente salga como el flautista de Hamelín a votar por él. Su tonada no es
suficiente y Nasralla a estas alturas del partido debe entenderlo o comenzar a
hacerlo.
Su honestidad es su mejor carta de presentación, pero la
misma debe ir revestida de un ideario, de una doctrina, de una propuesta y de
una estructura para que el elector sienta que el PAC es un partido que va en
serio y no un instituto político de papel tan vulnerable como el país en
invierno.
El PAC como nuevo partido político debe contar con
estructuras sólidas que no se sostienen solo por Facebook, Twitter u otras
redes sociales. Esas estructuras deben salir a buscar el voto, a convencer un electorado
que no ve mal las posturas de Nasralla pero que amerita del “remate” para
asegurar el voto y la contada en las mesas, donde se deciden las elecciones.
Pero Nasralla y su cúpula no lo ven así. Consideran que no
necesitan, por decirlo, una sede de campaña adonde el elector se aboque en
búsqueda de información, de ayuda u orientación; tampoco aceptan que la
capacitación política en sus cuadros es fundamental para ganar comicios y para
darle largo aliento a su partido si quiere que tenga larga vida como opción
política.
Uno lo que ve es a Salvador Nasralla cada vez más incómodo
con las críticas, envuelto en polémicas estériles que lejos de ayudarle lo
destruyen a sí mismo. ¿Hasta dónde el candidato del PAC, es su principal
enemigo? No sé, a veces me impresiona esa capacidad autodestructiva de un
personaje que se vende, además, como el clarividente más lúcido de Honduras.
La humildad no es el mejor atributo de Nasralla y en
política ello es lo que más debe revestir a un candidato. Sus cercanos
colaboradores dicen que Nasralla no escucha ni acepta reclamos. Es el
comportamiento típico de los llamados “mesías” políticos que en su momento
causaron enormes daños a las democracias en Latinoamérica. Los ejemplos sobran.
De favorito en las encuestas, todo indica que Nasralla
podría comenzar a vivir un declive y no tanto porque existan “campañas” en su
contra como denuncia, sino porque a pocos meses de las elecciones, el PAC
carece de estructuras tangibles. Tanto así que recientemente se inauguró en
Comayagua una sede de campaña de su partido y al ser consultado, Nasralla dijo
que no lo sabía. La organización es básica en una estructura partidaria.
Si Salvador Nasralla quisiera ganar las elecciones y dar un
giro de timón en su campaña virtual, tiene el tiempo en contra pero ello no
significa que sea imposible, es cuestión de ponerse a trabajar. Los estrategas
dicen que se pueden revertir tendencias en 24 horas, al referirse a las
encuestas.
Lo cierto es que Salvador Nasralla tiene el mérito de haber
demostrado que en Honduras sí es posible el surgimiento de un “outsider”, el
espacio está ahí, y de él depende que el mismo permanezca vivo o se detenga en
espera de personas con una formación política apartidaría más sólida. La suerte
está echada.
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