Las apuestas en
el ambiente político electoral es que el bipartidismo político se romperá en
estas elecciones de la mano del Partido Liberal, a quien sus detractores no le
dan el beneficio de la duda y lo quieren ver hecho papillas el 24 de noviembre
próximo, pero ¿hasta dónde eso será así?
En las elecciones
internas y primarias del año pasado, los enemigos liberales, muchos de los
cuales fueron eternos beneficiados de ese partido cuando estuvo en el poder,
alardeaban diciendo que el liberalismo estaba enterrado y resulta que apareció
con un poco más de 800 mil votos. El Partido Liberal parece que se resiste a
morir.
Su candidato
presidencial, Mauricio Villeda, tiene una excelente hoja de vida que prestigia
a un partido sacudido por una de sus peores crisis interna tras la asonada de
2009, pero obviamente en este país no basta con eso para ganar los comicios
generales y hacia ahí apuntan los
grandes desafíos del partido y del candidato.
La fractura del
Partido Liberal, capaz de parir a un hermano de sangre como es el partido
Libertad y Refundación (Libre), pondrá a prueba en este noviembre próximo qué
tan honda ha sido, y, si en tres años el liberalismo, con todo para ganar y
todo para perder, es capaz de volver al poder en contra de todos los
pronósticos.
Los liberales,
sin dinero para una campaña costosa y con muchos de sus otrora “líderes”
cerrando negocios con el actual gobierno a cambio de acuchillar al candidato y
al partido mismo, parecen abocarse a una de las campañas más modestas en su
reciente historia, apostando por el trabajo personalizado en un mundo donde los
helicópteros sustituyen a los carros y los caballos.
Pero Mauricio
Villeda parece confía en las estructuras partidarias, dicen que es muy austero
y no quiere condicionar tanto su campaña. Los anuncios partidarios hasta ahora
van orientados a mensajes que fijan en el imaginario colectivo las conquistas
liberales que aún siguen vigentes en un país tan pobremente endeudado como
Honduras. Busca refrescar sus gestas en el elector tradicional, además de
enseñar al nuevo elector, en especial a los jóvenes, porque son un partido con
más de un siglo de existencia.
Villeda no
confronta y eso podría abonarle a ganar
o a mantener vivo el partido, en momentos que la polarización ideológica vuelve
a tomar fuertes matices cual si fuera una estrategia bien pensada para evadir
las propuestas y la realidad de los problemas estructurales de Honduras.
Si los liberales
no tuvieran ahora tanto competidor con ocho partidos buscando el poder como
parte del pluralismo partidario a que ha entrado esta nación centroamericana,
podría decirse que tienen todo para ganar sin necesidad de hacer campaña. Ha
sido tan desastroso este gobierno que la lógica diría que todos los partidos en
la oposición tienen claras ventajas para ganar. Pero no es así.
Mientras el reloj
corre y el Día D se acerca, lo bueno de la campaña está por venir y Mauricio
Villeda deberá mostrarse un poco más agresivo
y contundente en sus propuestas y cuestionamientos públicos para atraer
a ese elector silencioso al que todos le apuestan: el voto independiente.
En el caso de
Villeda debe vender en el elector que no es más de lo mismo en el liberalismo,
que aunque se le vea como un candidato aparentemente solitario, tiene la oportunidad
de reconstruir un partido más fuerte, que de paso a nuevos liderazgos, a
procesos democráticos internos del momento y en el momento adecuado, a
transiciones menos bruscas pero más firmes y seguras.
Son muchas cosas
las que se está jugando Mauricio Villeda en este momento, a quienes sus
detractores cuestionan su religiosidad con uno de los círculos más
conservadores del catolicismo, el cual, de ganar la Presidencia, deberá saber
ponderar como hasta ahora lo hace un papa jesuita en el Vaticano en medio de
tanta jauría.
Pero los retos de
los liberales y Mauricio Villeda no están solo en ganar y evitar la extinción
de un partido, están también en saber—dentro de las lecturas correctas---si es
capaz junto al nacionalismo de mantener el tradicional bipartidismo o dar al
país, de pronto, un bipartidismo renovado, un factor que no debe sorprender más
allá del entusiasmo de las encuestas.
Liberales y
nacionalistas se juegan su historia en estos comicios en donde la derecha, por
primera vez, tiene un fuerte competidor en Libre, que como el resto anda a la caza
también del voto independiente. Ése que observa, calla y puede dar el veredicto
más sorpresivo que alguien pueda imaginar. ¿Será Mauricio Villeda, capaz de atraerlo?
En noviembre lo sabremos.
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