El
nuevo golpe institucional que el Congreso Nacional dio a la Fiscalía General
del Estado, es un retrato más de la cadena de errores en que han venido cayendo
nuestras autoridades en el imponderable tema de la inseguridad y el
fraccionamiento del Estado de derecho que aleja las posibilidades de que
Honduras se encuentre a sí misma para cerrar sus fracturas, agudizadas tras la
crisis de 2009.
Ese nuevo “cuerpo extraño” que constituye la Junta Interventora, aprobada
por el Congreso para contar las costillas al Ministerio Público, por sus magros
resultados, no estaba contemplado en las recomendaciones de la Comisión de la
Verdad y Reconciliación (CVR), dijo recientemente su ex coordinador, Eduardo
Stein, asustado por el adefesio jurídico que hoy exhibe Honduras al mundo.
Stein, quien llamó a la interventora una “figura extraña”
dentro de la legislación del hemisferio americano, es del criterio que la misma
podría traer consecuencias jurídicas al país. Pero ello no importa a los
legisladores, cuatro meses atrás se echaron una Sala Constitucional que les
estorbaba, la acusaron de colusión con el crimen organizado, pero nunca
presentaron pruebas.
Dijeron que la violencia se había disparado por los fallos
de esa Sala Constitucional pero terminaron acatando las observaciones de la
misma en cuanto al proceso de depuración policial y reformas a su ley orgánica.
Cuando el descabezamiento de la Sala, Stein advirtió que Honduras parecía
entrar a un descarrilamiento.
Vamos pues, de error en error. En
2009 cuando deponen del poder al ex presidente Manuel Zelaya la
institucionalidad hondureña agudizó sus fracturas, porque Zelaya había empezado
a violentarla. Ahora cuando un informe de la CVR delinea algunos caminos para
evitar que ese error se repita, nuestra elite política y quien gobierna, lejos
de propiciar los espacios de diálogo y reconciliación interna, alejan las
posibilidades con sus actitudes.
Su interés se acentúa en
fraccionar, no en resolver. La seguridad que ha sido una de sus banderas de lucha,
si se hace una revisión retrospectiva sobre las decisiones tomadas, se evidencia la crónica de un fracaso que ha
tenido más respuestas mediáticas que acciones acertadas.
Si un estratega revisa las acciones
gubernamentales y legislativas en el tema de la inseguridad se iría de espaldas
ante tanta cadena de errores y el discurso justificativo para cada uno de
ellos.
Y si analiza el discurso de los
legisladores y del gobernante hondureño, le da un infarto múltiple. Ciertos
honorables padres de la patria no se anduvieron con tapujos al justificar la
interventora en la Fiscalía, aduciendo que si la Constitución se violaba por
“una causa justa” había que hacerlo. En los años ochenta esa frase también la
dijo otro legislador. Ahora, en el nuevo siglo y milenio, hay diputados que
piensan que no importan los puntos y las comas en la Constitución, porque lo
actuado con la fiscalía está en “legal y debida forma”.
¿Construimos país así? No lo creo,
siento que vamos hacia un abismo en velocidades distintas, según la coyuntura.
El dolor de las víctimas, justificable y que no debe quedar impune, es la
plataforma perfecta para el impulso de nuevas violaciones a la ya frágil
institucionalidad hondureña. ¿Quién sigue o qué sigue?, no lo sabemos.
Lo que sí es cierto es que han
matado a un fiscal especial contra la lucha de lavado de activos, se desnuda un
plan para asesinar figuras públicas, periodistas, diputados, policías, y el
país sigue igual: los discursos no pueden faltar, las promesas tampoco, pero
las muertes no cesan: 20 diarias en un país con amplias posibilidades para
salir adelante, pero no hay quien dirija la orquesta para el diálogo nacional.
A veces Honduras se parece a
Venezuela. Y aquí quiero citar al presidente de Uruguay, Pepe Mujica, quien al
ser entrevistado sobre el triunfo del chavismo y el éxito de la oposición al
acortar distancias, es del criterio que un país partido en mitad como el
venezolano, necesita sentarse a dialogar para encontrarse a sí mismo.
"Es importante que el pueblo
venezolano en su conjunto aprenda a caminar con diferencias, pero tenga puntos
de acuerdo. No se puede pensar en identidades absolutas, calcadas",
indicó. "Pero una nación es un mensaje colectivo".
Y dijo algo más: “El progreso
humano es hijo del trabajo”, y este “necesita estabilidad y compromiso”. Así lo
recoge en un artículo de opinión la periodista uruguaya Diana Cariboni al escribir
sobre los desafíos en Venezuela.
El presidente Mujica siempre
me impresiona y muy gratamente. Volviendo a Honduras, será que esas expresiones
del mandatario uruguayo no nos pueden convocar a la reflexión a los hondureños.
¿Será que en vez de seguir partiendo el país, nos sentamos para impulsar acciones
colectivas, respetando las diferencias? ¿Será que a pocos meses de que se vaya este
gobierno tendremos señales claras de estabilidad y compromiso? ¿Será que podemos
empezar a zanjar las fracturas? ¿Será posible eso, señores de los poderes Ejecutivo
y Legislativo? ¿Será posible? Como dice un
sector de la sociedad civil: “¡No aguantamos más!”.
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