Estamos a un mes
para que el panorama político cambie radicalmente, más de lo que ya está. El
Tribunal Electoral dará el banderillazo para el inicio formal de la campaña
político electoral del mes de noviembre próximo cuando los hondureños elijamos
al relevo del actual gobierno, que no pudo devolvernos la paz, la seguridad, el
retorno a la cuenta del milenio ni mucho menos el sueño de aspirar en el corto
plazo a tener una economía sana. No se pudo.
Cuando los
magistrados del Tribunal Supremo Electoral (TSE) convoquen a las elecciones
generales de noviembre, la agenda real del país será sustituida por otra. El
gobierno y su gabinete pesarán menos, el poder de facto que hasta ahora ha
tenido el Congreso Nacional pasará a ser un poder real, en la figura del
aspirante presidencial del oficialismo, el abogado Juan Orlando Hernández.
¿Cómo va a pintar
el panorama político? No estoy tan segura, lo cierto es que la víspera nos
indica que el circo estará más revuelto de lo usual. Retornando de las
vacaciones y obligadas reflexiones que deja la Semana Santa, nos encontramos
con el primer acto del show político que se avecina.
El titular del
Legislativo y candidato nacionalista, Juan Orlando Hernández, recetaba un té de
manzanilla al derrocado ex presidente, Manuel Zelaya, en vista que éste le dijo
que ni hincado Dios le iba a perdonar su corresponsabilidad en el desastre de
país.
Uno y otro se acusaba
mutuamente de aciertos y desaciertos. Ambos, desde sus trincheras defendían a
sus partidos políticos, intentaban despertar el calor partidario con humor o
con sarcasmo, y seguro que este tipo de actos los veremos con frecuencia cuando
entre todo el aparato político de los nueve partidos legalmente inscritos que
ahora tenemos. Será chistoso, como dice una amiga.
Y tendremos que elegir dentro de esos nueve aspirantes
presidenciales, de quienes no se percibe con claridad que ofrezcan cosas distintas.
Parodiando a la película “El Señor de los Anillos” de JRR Tolkien, quién sabe
cuántos Sauron y Saruman habrá en ese bazar político que nos espera, quién será
el mago Gandalf y quiénes los Hobbits que rescatarán a la Tierra Media. Claro
es que algunos de estos personajes políticos del patio nos tienen que librar
del “señor de la oscuridad” en que hemos caído.
Honduras se sigue
desangrando pero eso no es atractivo a los ojos de nuestra elite política, que
juega con el tema de una forma torpe. Más de 20 mil muertos en tres años no es un
cinco de yuca, son vidas humanas cuyas voces se ahogan en el dolor de las
víctimas y la prisión de las estadísticas. Los rugidos no salieron y los
nombres no se cambiarán porque la oscuridad es profunda.
Esa agenda real y
permanente se relaciona con un desempleo que avanza, una inversión que se aleja
en el “Honduras Open For Busissnes”. En los barrios donde muchos políticos no
pueden entrar sin su seguridad personal, la gente hace cuentas para que la poca
plata le rinda para pagar la extorsión a las maras y éstas a sus jefes
invisibles pero tangibles.
Al calor de la campaña
política, la gente se olvidará de estos problemas porque deberá hacer fila para
el bono, el pago de la concentración, la pavimentación de sus calles con el cemento
que se ha comprado, estrenar las luces de las canchas deportivas de los barrios
urbano marginales que seguro serán inauguradas para devolvernos la paz, aunque su
encendido a determinadas horas dependa de quién controla ese espacio territorial.
Tendremos música y
seguro profundos mensajes de nuestros aspirantes presidenciales, unos quizá más
serios que otros, más comedidos, pero con retos enormes para superar la danza de
millones. Y del gobierno, ¿quién se acordará? Quizá sus ministros que harán cálculos
por subirse al barco del nuevo oficialismo como parte del buró principal o como
asesores en la sombra para la continuidad.
Y del gobierno ¿quién
se acordará? Obviamente la prensa, obligada al registro histórico aunque ello incomode.
Lo que habrá que averiguar es si en ese registro se contarán los aciertos o desaciertos
de una gestión gubernamental. O estaremos obligados a aplaudir a un reinado, aunque
camine desnudo. El poder real que tendremos en un mes nos lo dirá. Solo falta un
mes.
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