Debo confesar que
mi cerebro en los últimos días no
razona, máxime si se trata de política. La propaganda me tiene atolondrada y me
encuentro en la encrucijada de no saber por quién votar, al menos a nivel de
diputados y gobierno local.
En la pantalla de
mi televisor aparecen un sinnúmero de precandidatos que no conozco. Por un lado
me sale “Moncho agua”, luego “Moncho, el cómico” y cuando cambio de canal, me
aparece alguien que dice que “es mi voz” y otro me dice “soy igual a vos”.
Recorro más canales y ¡zas! “¡Tenemos diputado!”, instantes después alguien me recuerda “su
exilio” en una embajada sudamericana en
Tegucigalpa para caer luego en “la Honduras de lo hondo”. No he terminado de reflexionar cuando salta en
la pantalla “la diputada de la Educación”. Confusión total.
Si me voy a los
diarios, mi atolondramiento crece.
Aparecen figuras que me dicen “Acciones más que palabras”, “A generar empleos”;
“Socialismo es democracia”, “El hombre sufrido de la comunicación”, “Va con el
deporte y la microempresa”, “Por una bolsa solidaria”, “Seguridad alimentaria”;
“Hagamos más por Honduras”, “Yo sí soy liberal”, otro dice que viene de una “familia
de principios y valores”. No he terminado de recorrer las páginas de los
diarios y me aparece “Con Cocoy, sí voy”.
Luego en las
papeletas del Tribunal Electoral en su sitio de Internet me aparecen quiénes
van en las planillas. Mis colegas dicen que va tanto periodista que está cerca
el momento de “los medios al poder”. Me asalta la duda, ¿periodistas o activistas?
¿A quién creer? ¿Cuándo se paran frente a una pantalla, quién habla: el
periodista o el político? Sigo confundida.
Mi asombro crece
porque encuentro también activos defensores humanitarios en las planillas como
diputados e incluso dirigentes obreros, gremiales y sindicales que todos los
días reniegan y arengan contra el “sistema oligárquico”, hacen acusaciones que
me estremecen los huesos sin tener pruebas y me pregunto: ¿Activistas,
dirigentes o políticos tradicionales? ¿Qué está pasando en el movimiento social y popular? No entiendo.
Soy consciente
que todos tienen derecho a optar a un cargo público y político, pero ese
traslape de funciones e incluso de veedores humanitarios, siento que algo no encaja.
¿Se pueden defender los derechos humanos sin independencia? Recuerdo entonces
una anécdota en un taller de ética periodística que compartí con unos
comunicadores sociales hace un par de años.
Hablando de los
dilemas éticos, uno de ellos me relató que no tenía esos problemas. ¡Qué bien,
le dije, cómo hizo para resolverlo! Su respuesta fue genial. Me dijo que había
sido alcalde en su pueblo. Que de ocho de la mañana a cinco de la tarde, era
alcalde, y de cinco y media de la tarde a siete de la noche era periodista.
“Y no tuve esos
problemas, porque la gente me llamaba y pedía cosas, yo se las resolvía, así
nunca tuve dilemas éticos porque estaba cumpliendo a mi pueblo”. Su respuesta me dejó pensativa.
Pero como los
periodistas somos únicos, en el receso se me acerca uno de los colegas y me
dice: Lo que pasa es que el compañero no le contó toda la verdad ¿No le dijo
que tuvo que huir a otro país porque se robaba las ayudas y los impuestos? ¡Caí como Condorito! ¡Vaya dilemas éticos! Recordé
entonces un principio periodístico: la relación entre la prensa y el poder debe
ser cordial, pero distante. Nunca se case con la fuente porque cuando eso
sucede, se entra en maridaje y la verdad suele ser “privatizada”.
Por eso mi “confundición”
. Así me decía una colega periodista cuando no entendía algo. Es “confusión”
muchacha, le recordaba, ella solo reía y seguía usando su “confundición”.
Atolondrada como
estoy, se me pegan hasta las canciones: desde “Juan tortilla” hasta “El papaíto”, sigo al “pechito rojo” y “no
más corrupción, no más desempleo” para llegar a “Urge Mel, viene Mel” ¿no sabía
que estaba participando? ¡Yo creí que era la mujer! ¡Ha! Me sigo haciendo
bolas.
Para rematar mi “confundición” publican un trabajo sobre los
fotoshop de algunos aspirantes y estoy de morir. ¡No los conozco!
Y en medio de
este despelote me encuentro que le quieren hacer la ponga a Juan Barahona,
¡Joder! Como diría mi amigo Germán, que no me cree que en esas candidaturas a
diputados algunos cuestionados por presuntas irregularidades se promocionan
como “conciencia firme”. ¡Doble joder!
¡Ayuda Popeye, no
sé por quién votar! ¿Ustedes ya saben? Estoy confundida. “Unidos marchando”
veré si despejo mi mente de aquí al 18 de noviembre próximo. ¡Salud!
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