Las historias de las extorsiones en el país parecen de
fábula. Me impresionó sobremanera una que
leí en un diario capitalino sobre un taxista que desde hace un par de
semanas abandonó su casa y deambula con su familia durmiendo en el auto, donde
les agarre la noche, sin rumbo, teme por su vida y no tiene certeza si vivirán
al día siguiente.
Su vida le cambió cuando jóvenes desconocidos de una de las
pandillas en la capital se le acercaron para pedirle 10 mil lempiras como
extorsión, sino lo matarían. No hay opciones y su tarifa y trabajo no le dan
para mantener a esta pandilla ligada sin duda a una red criminal.
La denuncia la puso en la policía y la prensa, pero en su
testimonio deja entrever no solo que tiene miedo, sino que ignora qué rumbo
agarrar, en quién creer y cómo salvar su vida y la de su familia. ¡Qué
impotencia!
Me cuesta creer que alguien deje su casa, su patrimonio, y
ande rodando de calle en calle buscando donde dormir con los suyos, porque la
tranquilidad se la arrebataron de un soplo. Su historia es la de muchos
hondureños y hondureñas que viven en silencio la cárcel impuesta por las
pandillas y los extorsionadores, cuyo hilo conductor puede dar con personajes
de corbata y finos carros de ascendencia desconocida, algunos ligados, quizá, a
alguien revestido de autoridad. Son los cuentos urbanos.
Como el taxista, solo que con mayores recursos que el
primero, huyó del país con los suyos el pastor evangélico Misael Argeñal, uno
de los personajes emblemáticos del mundo cristiano en San Pedro Sula, una de
las ciudades más inseguras del país, donde los expertos afirman que operan los “ejecutivos
del crimen”.
Meses atrás, otro líder evangélico conocido como el Obispo
de la Iglesia Anglicana, Lloyd Allen, denunció el asesinato de su hermana en
Tela. Nadie sabe nada, la autoridad se encuentra muda y Allen sigue clamando
justicia. En algún momento ha de creer que no basta con rezar.
Y así, se van tejiendo las historias sin que aquí existan
señales claras de cambio. El presidente Porfirio Lobo, sostiene que si al final
de su gestión no ha disminuido la inseguridad y controlado la criminalidad, se
quitará el nombre. Buen gesto, muy olanchano, pero sin duda hace falta más que
discursos.
Su más reciente propuesta, fue anunciar que emprenderá una
cruzada nacional por la vida buscando respaldo popular para luchar contra la
inseguridad. La lógica debería ser al revés. Las cruzadas las hacen los
ciudadanos buscando respuestas de sus gobiernos y el Estado, pero que un
gobernante salga a pedir apoyo para iniciar una acción que está dentro de su
competencia, puede interpretarse como que él, también, al igual que el resto de
los hondureños, está “encarcelado”. Eso, por supuesto, no lo creo. Lobo Sosa
cumplirá su palabra y no perderá su nombre. Es mi apuesta. Quiero creer que
está siendo mal asesorado y que sus estrategas no tienen idea de lo que le
sugieren que diga en público.
El presidente Porfirio Lobo Sosa ha tenido a su alcance tres
oportunidades irrepetibles para adecentar la seguridad: el crimen de los universitarios, entre ellos el hijo de
la rectora de la UNAH, el asesinato de Alfredo Landaverde y el incendio en el
penal de Comayagua. Pero aquí no pasa nada, sólo el tiempo que corre tan lento
que juega a cansar a los cansados.
Ahora tiene dos oportunidades más, antes de que entre de
lleno y con la fiereza que se vislumbra la campaña preelectoral para las
elecciones primarias. Esas oportunidades son la conformación de la Comisión de
Reforma para la Seguridad Pública y nombrar a un Director de la Dirección de
Investigación y Evaluación de la Carrera Policial (DIECP) a la altura del cargo
y sus desafíos. La renuncia del anterior director fue una pena para él, para el
gobierno del humanismo cristiano y para Honduras. Fue, aunque nos duela, un
fracaso del CONASIN, que deberá ser más meticuloso en la escogencia de los
nominados que mandará al gobernante para no quedar en un fiasco más.
Dicen que las oportunidades, difícilmente se presentan dos
veces en la vida. Pero el presidente Lobo Sosa tiene suerte, van cinco al hilo
y confiemos en que alguna pegará. Por ahora, las historias urbanas de cruzadas
y extorsiones seguirán saliendo a flote y aunque parezca otra fábula, otra
parece que se nos viene encima: el retorno de Batman a Ciudad Gótica…ese será
otro cuento.
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