jueves, 5 de diciembre de 2013

El gran ganador

Sin duda es el presidente Porfirio Lobo Sosa, que puso al Estado al servicio del Partido Nacional y su candidato y éstos supieron hacer del voto de castigo un voto de miedo, y así dieron al gobernante hondureño una salida decorosa de una gestión que deja más sinsabores que aciertos.

Lobo Sosa inició, aconsejado por los estrategas del ahora presidente electo, una masiva campaña publicitaria, tan descomunal como la de su partido, por redes sociales, medios de prensa internacional y los medios locales pidiendo perdón por sus desaciertos, no sin antes aclarar que toda su vida se había preparado para ser Presidente.

La campaña que sigue aún en los medios informativos, acierta cuando el gobernante Lobo Sosa afirma que hizo lo que tenía que hacer para que Honduras fuera reconocida en el concierto de naciones, así como los esfuerzos de reconciliación política a lo interno en el país. Ese es un mérito del gobernante y de quienes le acompañaron en el esfuerzo.

Pero Lobo Sosa no pudo frenar la cacería humana de la violencia, impulsar una política de depuración policial y muchos menos actuar frente a las redes criminales del narcotráfico de las que hizo caso omiso pese a los señalamientos en sendos comunicados procedentes desde Washington. Lobo no quiso extraditar, el nuevo gobierno, esperemos.

Lobo Sosa también se caracterizó por querer acallar la libertad de expresión no solo de la prensa, también la de sus funcionarios. Fue en su gobierno donde se libró una férrea batalla por una ley que contenía al menos 19 violaciones a la Constitución, la Convención Americana de Derechos Humanos y otros tratados internacionales suscritos por Honduras que el Ejecutivo con sus allegados pretendió ignorar.

Embelesado por el poder Lobo salió muy mal de ese enfrentamiento innecesario, que si bien contenía elementos valiosos que merecen ser rescatados, el proyecto se presentó en el momento inadecuado y en la coyuntura equivocada. Hoy sin necesidad de esa ley, las radios comunitarias comienzan a tener forma y otras frecuencias fueron otorgadas en el silencio que a veces permite el barullo.

El gobernante tampoco supo atajar los goles de corrupción en su administración y aunque parezca chistoso, hoy algunos de los ex funcionarios cuestionados vuelven de la mano del voto popular a saludar al pueblo con la frente en alto por su trayectoria intachable. Por algo Honduras sigue en la lista de los países corruptos.

Pero todo eso y más se ha olvidado, el presidente Lobo Sosa ha salido bien librado, el partido en el poder continuará y el 27 de enero, lejos de silbatinas, habrá sonoros aplausos hacia un gobernante que es buena gente, que toda su vida se preparó para gobernar pero cuando lo hizo pidió perdón por hacerlo mal. El pueblo de Honduras es benévolo dijo uno de sus estrategas hace poco a un medio local.

A su juicio, Lobo dio una muestra de humildad que no la hace un gobernante, excepto aquel que quiera que gane su partido, su candidato y que el triunfo opaque sus desaciertos. Y así fue.

El Partido Nacional gobernará otros cuatro años con un país muy cambiado, una desigualdad creciente y una violencia imparable. Tendrá que impulsar reformas y pactos mínimos de consenso no solo para generar gobernabilidad, también para garantizar la paz que ha prometido.


Mientras, el gran ganador en la figura del actual presidente Lobo Sosa, se apresta a despedirse a sí mismo y a sus ministros con “La Golondrinas” este 18 de diciembre en el Consejo de Ministros. Así lo anunció, así es él, olanchano, hacendado y terco. Honduras le ha perdonado y colorín colorado, este desaguisado ha acabado.

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