lunes, 7 de enero de 2013

Lo que faltaba…


Terminamos el 2012 con un sabor amargo por diversas razones, entre ellas las enormes filas de empleados públicos pidiendo que les cancelaran sus garantías individuales de tener derecho a un salario, quizá el retrato más doloroso para graficar el fracaso de una administración gubernamental.
En paralelo, la crisis en el poder judicial con el golpe técnico e institucional dado a la Sala Constitucional por motivaciones políticas y no jurídicas, fue otro espejo del autoritarismo al cual se encamina Honduras, lista para una demanda internacional por violentar su institucionalidad y el Estado de Derecho. En este tipo de violaciones, nuestras elites políticas ya han adquirido un buen caparazón, donde una violación más no les hace cosquillas.
Nos siguen exhibiendo como un país sin leyes, sin respeto y sin institucionalidad. Las voces calificadas para alertar, son escasas, y otras mejor se acomodan a la corriente oficialista de “dejar hacer, dejar pasar”. Puede más el cálculo que el interés nacional y así es Honduras, llena de contrastes y ambigüedades. En suma, nos siguen irrespetando.
Como se violó hace tres años la  Constitución hondureña, que hoy se repita la historia, ¿a quién le asusta? La historia nos indica que hemos sido un país que recién hace 30 años empezó a construir “algo” de institucionalidad en su fragmentada historia de Nación independiente.
Basta leer un par de escritos de principios del siglo pasado y repasar lo actual para darse cuenta que estamos retrocediendo al primitivismo de antaño, a las montoneras políticas y a la teoría del “Estado, soy yo”.
En el tema de la (in)seguridad el crimen organizado sigue ganando la batalla. El holding en que ha convertido su cartel el “Chapo” Guzmán se afianza en Honduras según recientes investigaciones publicadas por la revista mexicana Proceso, en base a investigaciones colombianas, estadounidenses y mexicanas.
Es el poder emergente que cobra fuerza, mientras nuestros políticos se agarran de las greñas, justifican sus acciones sin fundamento y caen en la irresponsabilidad de acusar sin pruebas,  porque la corrupción está tan institucionalizada que las Gemínidas pueden resurgir aunque no sea diciembre.
Por si esto fuera poco, nos sacude el escándalo sexual en nuestra embajada en Colombia, la lápida que hacía falta para coronar el despelote de este gobierno. Exhibidos por violar la Constitución y los derechos humanos, ahora nos evidencian como “putos irresponsables” en una nación donde las relaciones son estratégicas en materia de seguridad y lucha contra las drogas.
La culpa no es del destituido embajador ni del empleado de su confianza a quien colocó de vigilante por las noches, violando los protocolos de la diplomacia. La responsabilidad es de quienes dirigen la política exterior de Honduras, encabezada por el titular del Ejecutivo y la Secretaría de Relaciones Exteriores.
Y ello no tiene que ver con quienes están al frente de esos cargos, que nos caigan bien o nos sean indiferentes, todo lo contrario, es un asunto de Estado, una cuestión de País y por ende el señalamiento, debe a mi juicio, ser oportuno. ¡No nos exhiban más!
Ese error pudo evitarse si el país respetara la carrera del servicio diplomático y antes de enviar a inexpertos a cargos delicados, los encerrara para darles unas clases de relaciones internacionales, geopolítica, estrategia y otras tantas vainas necesarias para que en sus hojas de vida no destaquen solo por los cursos de relaciones humanas que adquieren, como se aprecia en algunos.
Pero la estrategia oficial que se advierte sobre esta vergüenza nacional, es de bajar perfil, aunque informan que se “investigará a fondo”, seguro hasta el “sub fondo del fondo”.
Qué cosas. El despelote fiscal del gobierno lo efectúan sus propios funcionarios; la violación a la Constitución y la institucionalidad los titulares del Ejecutivo y Legislativo, y el “fiestón sexual” sus diplomáticos. Sin duda, hemos entrado al tiempo del “cuarto oscuro” del poder que caracteriza a todo gobierno al ocaso de su gestión.

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