martes, 23 de julio de 2013

¿Retendrá el poder el PN?

El Partido Nacional está confiado en que esta vez logrará la hazaña de un segundo período consecutivo en el poder por el bono 10 mil, el bono de oro, el bono tecnológico, los eco fogones, la campaña mediática, los más de un millón de nacionalistas que dicen contar en su censo electoral y porque hasta ahora, aunque parezca increíble, han gobernado sin oposición real.

El escenario podría favorecerles: tienen el control de los tres poderes del Estado, los operadores de justicia, los entes de control y gran parte de la institucionalidad, excepto el Comisionado Nacional de los Derechos Humanos, la única voz independiente en estos casi cuatro años de gobierno, aunque ello incomode a sus detractores.

Pero---como siempre hay un pelo en la sopa—esa retención del poder no podría ser tan fácil como parece. El Partido Nacional tiene el desafío de enfrentar sus propios fantasmas y desaciertos, además de volver más carismático a un candidato presidencial que si bien es un hombre brillante, no logra, de momento, sellar su empatía con los electores.
A ese problema, que sus estrategas presumo mejorarán en los próximos meses, se suman los desaciertos del actual gobierno.  ¿Hasta dónde los últimos yerros de la administración nacionalista favorecerán al candidato? ¿Hasta dónde quieren los nacionalistas ganar o perder?

Veamos, a favor del Partido Nacional y del candidato presidencial, está el esfuerzo del presidente Lobo Sosa en la reinserción de Honduras en el concierto de naciones. No fue una reinserción fácil hasta donde sé. Hubo un presidente del área centroamericana que lo recibió “por la cocina” recién estrenado su gobierno.  

Lobo Sosa aguantó la humillación a su persona y al país. No fue distinto en otros países de la llamada comunidad internacional que hoy se hacen de la vista gorda de lo ocurrido en Egipto. Quizá gustan más del espectáculo de los “golpes tropicales” que de los del más allá del medio oriente.

El presidente Lobo logró la reinserción del país y eso es bueno, en este proceso le acompañó toda una nación y la clase política, económica y social. Lobo Sosa también ha hecho un esfuerzo enorme en la educación, en tratar de adecentar un sistema lleno de impunidad y puso al frente a un ministro que si bien no es de su partido, busca tener en cintura al otrora temible gremio magisterial.

Quiso hacer algo en Salud, pero él mismo se encargó de desbaratarlo. Y aquí empiezan algunos desaciertos: su administración es muy opaca, la transparencia no funciona, más de 100 instituciones gubernamentales han salido aplazadas por no cumplir con la ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública, pese a que en el 2010 firmó un “compromiso de país” con la transparencia en un acto público.

Hoy en el país existe más información clasificada como secreta que podrá ser vista en diez años, que información pública de interés social como fue el espíritu de la ley de transparencia.

Otro desacierto se relaciona con las interminables comisiones interventoras para todo sin que los resultados sean satisfactorios. Es algo así como un gobierno en donde el gobierno no gobierna, valga la redundancia y el juego de palabras. Hondutel es el último hecho más reciente, donde  una nueva interventora ha sido instalada a cinco meses de haber nombrado otra y en la recta final del gobierno. Todo indica que la estatal será subastada, no habrá rescate.

Los escándalos de la administración nacionalista han sido por doquier y en el discurso oficial, el que gobierna no ayuda tanto al partido y al candidato con sus disertaciones públicas. La economía del país anda muy mal, ahora están vendiendo hasta los bienes ociosos bajo un disfraz legal que empalaga, el derroche publicitario está a reventar y por primera vez, en la historia de Honduras, un gobierno ha tenido dificultades para cancelar salarios y otros derechos adquiridos.

En materia de seguridad, el país no da una. Se vive una guerra excepcional en donde las respuestas, excepcionales también, no dan los resultados deseados por la improvisación en las políticas, el maniqueísmo en el discurso público y la comodidad de creer que se combate a la delincuencia común y organizada sin identificar su rostro.

Con esto y más, la pregunta obligada es ¿podrá retener el poder el Partido Nacional?

Hasta ahora, como es la costumbre,  no se ha visto un desmarque entre el candidato presidencial y el Ejecutivo, todo lo contrario, son el matrimonio más compacto del nacionalismo.

Es probable que los nacionalistas, aún con todo en contra, ganen porque del lado de ocho partidos opositores ninguno se atreve a enumerar los desaciertos, o no pueden, o no tienen nada que ofrecer. Así la campaña se centrará más en el número que ocupan en la papeleta electoral, en propuestas acertadas pero sin leer ni entender la coyuntura en seguridad, en la ideologización de izquierda y derecha, además de quien propone lo más descabellado en la Seguridad.


El único factor sorpresa en este proceso electoral sería el voto masivo y la inclinación de la balanza por los electores independientes, además de lo que llaman voto silencioso de castigo, si es que existe y se da. Falta poco para noviembre, falta poco para saber quién ganará.

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