miércoles, 5 de octubre de 2011

El Motagua y Ricky Martin

Hace un par de días escribí sobre la importancia de la tolerancia a la diversidad como forma de respeto en la convivencia. Pero nunca imaginé que la intolerancia como un contravalor estuviera cobrando tanta fuerza en Honduras, máxime si viene de sectores gubernamentales y determinados grupos de la comunicación social.
Me resisto a creer que eso esté pasando, pero cuando escucho expresiones y acciones discriminatorias en contra del anuncio del Club Deportivo Motagua, el llamado “ciclón azul” porque vestirá todo el mes de octubre en sus encuentros deportivos una camiseta color Rosa, en solidaridad con las personas afectadas por el cáncer de mama, la piel se me eriza. ¡Qué cosas!
Esta enfermedad afecta en su mayoría a mujeres tan pobres que por no tener 300 o 600 lempiras se mueren porque no pueden hacerse una mamografía,  o más simple aún, no tienen dinero siquiera para el transporte de sus pueblos a la ciudad o de la colonia de su ciudad a un centro público hospitalario. Y cuando llegan, se encuentran con la noticia que las máquinas no sirven y deben regresar con suerte, en seis meses, cuando el mal ya ha avanzado y las posibilidades de vida se alejan. El cáncer de mama afecta también a todas las personas de las diversas clases sociales, no es una enfermedad exclusiva de los pobres.
De ahí que organizaciones que luchan contra esta ingrata enfermedad, realicen en Octubre, Mes Internacional contra el Cáncer de Mama, campañas y acciones orientadas a promover mecanismos de prevención y ayuda, así como una mayor visibilización sobre un mal que avanza silenciosamente y es la segunda causa de muerte por cáncer en Honduras.
Una de ellas es la Fundación Hondureña de Cáncer de Mama, Funhocam, con quien el Motagua suscribió un convenio para  portar en sus encuentros deportivos, la camiseta rosada como un símbolo de solidaridad en esta lucha, emprendida por un grupo de mujeres sobrevivientes del cáncer de mama.
La decisión del Club Deportivo Motagua, de sumarse a la campaña de sensibilización, es un gesto noble a imitar y debe enorgullecer a los hondureños y a sus seguidores, porque siendo el fútbol la pasión que une a la Nación, que bueno que por su medio se siembre la semilla de la solidaridad con las víctimas de esta enfermedad y se genere mayor conciencia pública al respecto.
Y si esa decisión del Motagua la hace en un país como el nuestro, donde la mofa, la intolerancia y la discriminación se encuentran a flor de piel, el mérito es doble.
En alguna prensa deportiva y nacional, el anuncio de la camiseta rosada que usará el Motagua ha despertado no solo su cultura machista, de rechazo y crítica sin fundamento, también sacó a luz pública su homofobia, propia no solo de los hombres, también de las mujeres.
Ignoran que el color Rosa que identifica a los organismos de lucha contra el cáncer de mama, representa en el fondo, el mensaje de ayuda al prójimo, de amor altruista y en el catolicismo es usado en el tercer domingo de Adviento, que simboliza la alegría ante el inminente nacimiento de Jesús. Pero como dice un destacado político español, existen cosas que “solo se curan con lectura”.
Del Motagua,paso a otro signo de intolerancia brutal: el concierto del destacado artista portorriqueño, Ricky Martin, a quien desde la Secretaría del Interior y Población, se le quiere poner trabas para su ingreso por su preferencia sexual. Dice la diputada Marcia Villeda, quien promueve su visita, que el rector de esa dependencia le dijo telefónicamente que Ricky Martin necesitaba una visa consultada para ingresar al país, ignorando que Puerto Rico se rige por la visa americana que tanto anhelan tener muchos hondureños, empezando por el ministro de esa cartera.
¡Vaya intolerancia! Se dice que el titular de esa dependencia, influido por algunos líderes religiosos evangélicos y católicos, se opone al concierto de Ricky Martin porque su presencia atenta “contra la moral y las buenas costumbres”, así como contra el entorno social de los hondureños y hondureñas.
Esta campaña de discriminación e incitación subliminal al odio en contra de Ricky Martin y quienes profesan su misma opción sexual, es peligrosa para la enferma democracia hondureña, pues se vulnera uno de sus principales rasgos básicos: el de la Pluralidad.
Y más peligrosa cuando se afirma que procede de ciertos medios de comunicación social, que como jueces, quieren erigirse como los baluartes de “la moralidad y la ética” en Honduras. Bien dicen que el poder de la Palabra que se nos otorga a los comunicadores, cuando no lo sabemos usar, puede destruir y desatar consecuencias insospechadas.
Mientras el presidente Lobo Sosa pasa los últimos exámenes de la administración de su homólogo, Barack Obama, en una redefinición de las relaciones con Honduras, en Tegucigalpa, sus funcionarios se encargan de exhibirlo a él y al país, como una nación  intolerante y discriminativa, sin reparar que Obama es un fiel defensor de las minorías y en contra de la discriminación de cualquier índole.
De nada sirve que el gobernante Porfirio Lobo se desgalille diciendo que es respetuoso de los derechos humanos, que no existe una política de Estado para violarlos, cuando ya circulan en el mundo las noticias sobre este nuevo bochornoso hecho de intolerancia, en contra de quien es también un embajador de buena voluntad de las Naciones Unidas como Ricky Martin.
Si el cantante no se hubiese declarado gay hace un par de años, los homofóbicos que hoy cuestionan su visita, estarían rifando entradas a su concierto, buscarían sus mejores galas y harían fila por tomarse una foto, último que no me extraña lo hagan porque su cinismo rebasa la hipocresía pública.
Y como la democracia se fortalece con sus contrapesos,  a quienes les encanta Ricky Martin si pueden, vayan al concierto y a quienes no les da alergia el color rosado del Motagua, llenen los estadios porque darán un mensaje al mundo de que en Honduras debe prevalecer el respeto y la tolerancia como valores en contra del odio, la homofobia y la discriminación.

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