lunes, 27 de junio de 2011

Cercados

Así nos encontramos los hondureños, en especial la clase media, cada vez sentenciada a desaparecer y enfilar las filas de la pobreza, con la brutal tasa de impuestos aprobada demagógicamente en el Congreso Nacional, al amparo de un problema real que no se va a resolver con la maquinita de hacer dinero, sino con propuestas y respuestas inteligentes como es el tema de la inseguridad, la violencia y la narcoactividad.
La venta mediática para esa gama de impuestos a pagar, en donde parece que gravarán todo, hasta el respiro, es falso que toque a los grupos económicos y financieros de poder en este país. Para muestra un botón: el fin de semana se publicó en campos pagados, en algunos diarios, la determinación de un banco de fijar en su tarjeta de crédito las nuevas regulaciones financieras a partir de julio.
Pronto harán lo mismo las empresas de telefonía celular, los comercios y los productos alimenticios, en donde solo la medida de cinco libras de frijol se disparó en cuatro lempiras la última semana, mientras los salarios siguen estancados y el coste de la canasta básica hace tiempo que rebasó el famoso aumento al salario mínimo. Los empresarios fueron claros al afirmar que impuesto aprobado, impuesto trasladado al consumidor final. ¿Quién es el consumidor final? ¡La clase media! Los pobres, esos apenas sobreviven con menos de dos dólares al día y así como va la cosa, ni ellos ni la clase media, podrá comprar siquiera una tortilla.
El “súper tasón” tributario como bien lo tituló diario La Tribuna, parece incorporar la recogida de todos los paquetazos que en los últimos años han querido aprobar distintos gobiernos, pero  les fueron bloqueados. Durante las sesiones del parlamento, los diputados no podían explicar de dónde y porqué salía cada nuevo aumento disfrazado; una que otra voz disonante advertía de los excesos pero la “aplanadora” fue arrolladora.
Como arrolladores fueron también los “grandes negocios” que la madrugada del viernes aprobaron los congresistas. Así se pegan botones, bajo el circo de la inseguridad los grandes negocios de grupos ocultos ligados a la clase política florecieron como por arte de magia en sintonía con la máxima de “Honduras, is open for business”.
Resulta irónico, pero dos ex presidentes de Honduras, uno liberal y otro nacionalista, expresaron su temor por el alcance de estas medidas, de efectos aún desconocidos pero que huelen a una especie de linchamiento del gobierno hacia la clase media. El ex presidente, Carlos Flores Facussé, publicó en el editorial del diario que dirige, muchas pistas de la voracidad aprobada, al tiempo que dejó entrever riesgos muy grandes para la ya frágil democracia y gobernabilidad hondureña.
Lo mismo hizo el ex presidente, Rafael Callejas, al advertir que no se puede seguir “castigando” a la clase media. Considerado, uno de los políticos más visionarios de los últimos tiempos, Callejas esta leyendo el país y sabe que cuando nadie lo espera, un “movimiento de indignados” de la clase media puede cambiar el rumbo de este país, y quizá no al juego riesgoso que apuesta el Gobierno, sino a una acción más demoledora. Ahí está el ejemplo argentino.
La clase media hondureña y la gente que trabaja honradamente y tiene sus ahorros para protegerse de eventualidades en salud o pérdida de empleo, ahora ya no estará tan segura con las medidas aprobadas. Sume a la condena, la faena diaria que viven cientos de hondureños, taxistas, empleados, obreros, entre otros, que tienen que pagar la extorsión de las pandillas, ese otro impuesto ilícito que cada vez se legaliza a vista y paciencia de la autoridad.
Sin duda, el gobierno está “cercando” a la clase media y para cuando diga ¡malaya!, será demasiado tarde.

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