lunes, 31 de enero de 2011

Así fue

Aunque con un retraso, llegó a la cita impecablemente vestido, con un traje oscuro de finas y suaves rayas que calzaba muy bien con su corbata en seda, color naranja. Portaba un brazalete para la buena vibra, algo ceñido al puño y durante la hora y media que duró el debate, entre sorbo y sorbo se tomó dos vasos con agua. 

La impresión de estar frente a un “Príncipe”-pero no el del libro—poco a poco empezó a desdibujarse, cuando con cierta facilidad perdía el glamour de los descendientes de Lempira, el héroe que luchó encarnizadamente contra el vasallaje de la colonia española. 

Por si no lo sabían, es uno de los dos hombres que “salvaron a Honduras”, algo fascinante para mi porque hasta ahora desconocía el retorno de los héroes, pues ya me había acostumbrado en materia de (in)seguridad a las historietas de Batman y Robín, los legendarios personajes que luchaban a favor de los pobres. 

Su porte de personaje cosmopolita que busca sentar las bases del hombre moderno en el arte de la política, se perdía cuando asomaban pequeños rasgos autoritarios y mostraba intolerancia a la crítica y a las preguntas del periodista. 

Un personaje intelectual y de elite-- como se autodefine--, portaba consigo la tesis con que obtuvo un grado académico superior en Europa, en el año de 1999; y con cierta frecuencia repetía una frase de Montesquieu, el célebre autor del “Contrato Social” y el “Espíritu de las Leyes”. 

La frase era: “El ser humano cuando ostenta poder tiende a abusar del poder”, tras indicar que ha llegado el momento de dar un “gran paso” en Honduras, mientras reiteraba que las personas deben ser consistentes con lo que se dice en el ámbito privado y en el público. 

Al escuchar la frase citada por Montesquieu, recordé una plática y entrevista que sostuve hace un par de años con este joven político, precisamente sobre reformas políticas, partidos políticos y sistema político. En ese momento, me pareció una de las jóvenes promesas políticas del país “de avanzada” que se salía de la progeria o envejecimiento prematuro que caracteriza a mucha de nuestra clase política-partidaria.

Era, en ese entonces, un diputado más del Partido Nacional, que gustaba hablar de diversos temas con la sociedad civil. Experimentaba una fase de “político encantador” a quien el “encantamiento del poder” aún no le había tocado. Ahora, ese personaje parece ser otro distinto al que conocí y alguna vez traté para entrevistas de investigaciones académicas promovidas por el Centro de Documentación de Honduras (CEDOH). 

Invitado por el periodista Renato Álvarez, a su programa de debates “Frente a Frente”, el actual presidente del Congreso Nacional, Juan Orlando Hernández, llegó a exponer su visión sobre las reformas políticas que amerita Honduras, mediante una apertura al artículo cinco constitucional que abra las formas de participación ciudadana mediante las figuras del plebiscito y el referéndum.
No entraré en detalles sobre las reformas y sus alcances, porque habrá tiempo para ello. Me centraré en tres cosas que me llamaron la atención del presidente del Congreso: la agresividad y su postura defensiva y de ataque en el programa, el concepto de “pagar y pegar” que tiene sobre la prensa y el periodismo hondureño, su ataque hacia grupos fácticos de poder que no identificó, pero acusó de querer boicotear las reformas, así como las amenazas veladas de destitución de magistrados y “otros” que al parecer se opongan a los designios que tiene para Honduras. 

Aún no termino de entender el porqué de tanta agresividad y ataque del presidente del Congreso hacia los planteamientos e inquietudes formuladas por el periodista Renato Álvarez, quien preguntó cosas puntuales y trató en lo posible de moderar con altura el debate. Me extrañó la actitud porque en las últimas semanas ha estado en varios foros electrónicos imponiendo su agenda con suma complacencia y tranquilidad por parte de sus entrevistadores. El pedigré político de la diplomacia le falló en esta ocasión. 

Me llamó la atención de la charla del diputado-presidente Hernández, la visión despectiva que sobre la prensa y los periodistas tienen la mayoría de los políticos, al señalar sin tapujos que existen periodistas que los visitan y les dicen “bueno, cuál va a ser la agenda que vamos a manejar”. 

“Estamos acostumbrados a que el empresario, el político y el periodista se reúnen para decir qué vamos a hacer, cómo lo vamos a hacer” en el llamado círculo de la corrupción en Honduras, insinuó Hernández, tras recalcar que existe entre todos una corresponsabilidad ante los desmanes que vive el país.

El político dejó entrever que a la prensa o se le pega o se le paga, algo lamentablemente muy común en nuestro periodismo. Más de algún periodista “cariñoso” habrá tragado gordo con estas apreciaciones, si es que existe la vergüenza, que conste. 

Muchos periodistas, aceptó, se han enriquecido porque han sido parte de las sinvergüenzadas de los políticos, pero también de empresarios, haciendo un círculo vicioso de corrupción que incide en que muchas veces la información periodística sea privatizada. 

Hay que reconocer esa sinceridad que dejó entrever el aspirante presidencial, Juan Orlando Hernández.y ojala sea tomada en positivo para enmendar muchas cosas pandas en el periodismo, en aras de recobrar los postulados y principios que hacen del Periodismo y los periodistas, el mejor oficio del mundo. 

Hernández dijo también que existen grupos fácticos de poder que tienen “un guión” para oponerse a las reformas políticas y señaló que en Honduras “no solo el Cohep” puede hablar, en alusión al sector empresarial. Dijo que Honduras camina hacia una combinación del sistema presidencialista y del legislativo, y para ello es necesario que el pueblo decida si quiere o no reelección presidencial, cambio en la forma de gobierno y modificación del territorio, los dos últimos, elementos nuevos que por primera vez hace visibles y públicos el presidente del Congreso. 

En este proceso de cambios que a su juicio debe emprender Honduras, Hernández no dudó en decir que en la crisis política de 2009, con la salida abrupta del ex presidente Zelaya del poder y su expatriación a Costa Rica, dos personas salvaron a Honduras: Porfirio Lobo (ahora presidente) y su persona, es decir, Juan Orlando Hernández. Mire usted, como diría Renato, eso yo no lo sabía.

Así, entre ejemplos de golpes sobre la mesa, incomodidad por las críticas del columnista Juan Ramón Martínez a su proyecto de “charters city” o un nuevo enclave de ciudades modelos en Honduras, el diputado-presidente Juan Orlando Hernández, se despidió con la humildad que lo caracteriza en aras de proyectarse como un político y hombre de mundo agradable en búsqueda del ¡Bon appétit!, que en ciertas ocasiones otorga el pedigrí de la política.

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